CAPÍTULO 17: Los dominios de la naturaleza




Entre el tercer y quinto coro del Cielo, se encuentran los ángeles más inteligentes de toda la creación. Así como el coro que les precede alaba la manera de ser un sabio y diligente gobernador, y el que les prosigue, alaba las virtudes y figuras santas; este coro se maravilla y regocija con la hermosa sistematización y armonía del mundo creado que se extiende bajo sus pies.
En los momentos de un día natural terrestre, en la dimensión espiritual del cielo, los miembros del cuarto coro contemplan durante horas y horas, como un ave recoge ramas para su nido, pacientemente espera dándoles calor hasta que la cáscara se rompe y comienzan a gritar los polluelos pelones de su interior. Del mismo modo, esperan ávidos de vida el momento en que un recién nacido hace resonar su primer llanto en el maravilloso milagro del nacimiento. Observan a las orugas comer y tejer su propia crisálida, antes de convertirse en los insectos más hermosos de la naturaleza, desplegando sus nuevas alas.
Miran a los leones marinos tomando el sol y a los pingüinos esquivar las mandíbulas de una Orca. Se preocupan porque el mínimo árbol crezca y comiencen a brotar las yemas de sus hojas en primavera. La maravillosa reacción química que se produce en un camaleón al cambiar de color y en una medusa al anochecer; la cual se ilumina con las reservas conseguidas durante el día. Ven a las ingenuas ovejas pastar en el prado con sus tiernos corderitos mamando, y la maravillosa emboscada de un guepardo en sus derrapes en la carrera para cazar su alimento.
Observan la útil y tan necesaria evaporización del agua para que se formen nubes y vuelva a caer en la tierra otra vez; así como el granizado, los relámpagos, truenos y rayos de una tormenta de verano. El mecanismo que utiliza una planta para convertir en alimento el gas tóxico expulsándolo como oxígeno, esencial para la supervivencia de las criaturas de la Tierra.
Pero hay algo que les interesa y atrae a estos ángeles especialmente y es la maravillosa creación del hombre. Algo que veían tan extraordinario que no les provocaba nada más que un hermoso sentimiento de fascinación por la perfección de sus formas y la capacidad sociable e inteligente de los mismos. También, su facultad de convertirse en increíbles seres llenos de caridad y servicio a los demás, en un esfuerzo por mermar los sufrimientos de sus semejantes. Adoraban el genio capaz de desvelar por sí mismo los misterios de la naturaleza, a través de sus estudios, y que hasta el momento, solo ellos conocían
Esta era la parte que más simpatía y entrega les provocaba, y por tanto, cada vez que uno de ellos enfermaba, se volcaban porque descansaran tranquilos en sus lechos hasta que les llegara el momento de reunirse con ellos. Estos ángeles eran llamados Dominaciones, porque, como su nombre indica, dominaban por la observancia y estudio que efectuaban, todos los secretos biológicos, químicos y físicos de la naturaleza humana, forestal y natural del mundo terrenal.
A la cabeza de éstas se encontraban dos ángeles candidatos para convertirse en arcángeles; uno de ellos se llamaba Rafael y el otro se cambió su antiguo nombre por Pruslas.
Santiago cayó al suelo por segunda vez. El aleteo del enorme buitre que era Pruslas combinado con una buena precisión de arañazos y puñetazos, le hacían fallar constantemente.

“Santiago ¡Qué te ocurre!”

Escuchaba a Gabriel.

“¿Ya has olvidado todo lo que has aprendido en estos meses? Para ti la dimensión espiritual no debe suponerte ya ningún obstáculo. Céntrate y procede a las respiraciones profundas para alcanzar la paz interna que requieres para el combate.”

Santiago alzó los ojos hacia Pruslas, bajo los brazos. En una postura medio erguida medio flexionada, y cerrando los ojos, comenzó a intentar escalar las dimensiones del mundo para buscar el espíritu pecaminoso de su oponente.

Recordó que la primera vez que lo hizo, sus sentimientos le habían jugado una mala pasada, sin embargo, no recordaba lo que había visto y el qué provocó el estallido del espíritu de Miguel en su corazón.

“Fue el peligro de un alma muy estimada por ti, Santiago, lo que lo hizo. Ese alma y yo te estamos profundamente agradecidos por ello.”

Escuchó la voz de Gabriel.

“Un alma en peligro…” - pensó Santiago.- “¡eso es! Siempre tras el aborrecible aspecto de un demonio, hay un alma invadida de su pecado. ¿Qué alma invadirías tú Pruslas? O mejor dicho… ¿qué fue lo que te hizo caer?”

Mijots se giró repentinamente hacia Miguel y Pruslas, diciendo:

“Has de recordarlo Miguel… Tú también estabas ahí.”

Santiago sintió como se elevaba su ser a una velocidad vertiginosa, como si fuera lanzado por un cohete hacia el espacio. Se descolgó de su cuerpo y se sintió ligero como una pluma. En seguida reconoció el aspecto de la luz del Cielo y miró sus manos resplandecientes. Alguien le llamó.

- ¡Miguel!

Girándose a su espalda vio a tres ángeles en armaduras azules y blancas. Eran hermosos y tenían cuatro alas como él. Sin entenderlo les llamó por su nombre.
- ¿Qué ha pasado Atamian, Tomiel e Ilelian?
- Una disputa, mi general, en el Cuarto Coro Celestial…
- Las Dominaciones siempre fueron pacíficas y caritativas, no es típico de ellas revolucionarse.
- Se ha descubierto algo, mi general y la consecuencia no ha sido buena.
- Vayamos ahí a averiguar que ha pasado.

Alzando el vuelo, Miguel y sus tres principados atravesaron los coros que les alejaban del Altísimo hasta avistar las túnicas verde esperanza de las Dominaciones. Todas ellas apuntaban con sus cayados hacia una de ellas. Estaba cubierta de sangre y suciedad y se había descubierto el rostro.
- ¿Qué has hecho?- Escuchó decir a una de ellas.
- ¿No me ves, maestro? Me arrebataste el rango de arcángel pero jamás me arrebatarás mi genio.
Miguel miró al interlocutor y distinguió su planta:
- ¡Rafael!- Mencionó el general.- ¿qué ha ocurrido? ¿Por qué os enfrentáis las Dominaciones?
Rafael cerró sus ojos en gesto de disgusto. Después habló.
- Ha violado la Ley de la Naturaleza. Ha recogido los restos de un cuerpo que ha finalizado su viaje, ha profanando su tumba y alma, para devolverle a la vida.
Una exclamación brotó de los Principados que acompañaban a Miguel. Éste miró a las Dominaciones amenazadoras, jamás las había visto tan agitadas.
- Bajad los cayados. No podemos luchar, somos todos hermanos.
Las Dominaciones obedecieron y Miguel avanzó entre ellas hacia el sucio ángel. Quiso llamarle por su nombre pero éste dijo.
- Mi nombre a partir de ahora será Pruslas, aborrezco el que me dispusieron antes.
- ¿Por qué reniegas de tu identidad? Fue Nuestro Padre quien te bautizó como quien eres.
- No tengo por qué aferrarme a ello. Los ángeles no podemos traspasar nuestros actos más allá del poder que representamos. Yo siempre fui el hábil segundón y ya me he cansado.
- Ha sido Luzbel el que te ha dicho eso ¿verdad?
- Las palabras de Luzbel son las auténticas y no las que nos han impuesto desde nuestros orígenes. Él me dijo que no tenía por qué seguir en esa posición, pues reconoce mi habilidad y genio. Me dijo que no debería desperdiciarlo. Por eso he conseguido mi ambición; devolver a la vida un muerto tras los estudios que he realizado en este Coro.
- ¡Eres un necio, Pruslas!- Dijo Miguel autoritario.- Nadie puede jugar a ser Dios, solo Él puede decidir sobre la vida y muerte de un cuerpo. Solo Él puede resucitarlo porque dispone de los poderes necesarios para ello.
- Eso mismo le he intentado decir, Miguel.- Dijo Rafael.- Pero ya no escucha, está cegado de su propia vanidad.
- Los cuerpos de los hombres cuando han vivido lo suficiente han de descansar en paz. Si revives otra vez a éstos, una vez enterrados, jamás podrás devolverles como quienes fueron en vida. Su conciencia y espíritu se extingue. No hay alma en ellos ya…, pues esa alma asciende a nuestro lado y no vuelve a bajar. ¿Acaso crees que volverían a la Tierra habiendo conocido esto? ¿qué clase de criaturas has revivido?
Es aspecto de Pruslas se oscureció, mientras le respondía al arcángel una malvada risa.
- Ya lo he averiguado…, pese a que las que permanecen con nosotros, no regresan…, sí que hay almas que están dispuestas a volver. Éstas son las que permanecen junto a los caídos.
- ¡No!
- Sí Príncipe de las hordas celestiales, he conseguido revivir un alma de los caídos al mundo, ¡prefieren la Tierra al Infierno!
- Pruslas, a partir de ahora serás un caído y por el grado que me otorga esta espada ¡eres expulsado de aquí!
Santiago abrió los ojos repentinamente y volvió a encontrarse en la plaza de la lucha, pero frente a él ya podía ver el alma de Pruslas.

“Ya has resuelto la respuesta. Debes conocer el espíritu caído de tu enemigo, antes de poder atacarlo, y ya lo has hecho. “

Dijo Gabriel.
Santiago miró fijamente el horrible cuerpo de Pruslas frente a él. Comprendió que su forma recordara a un buitre, pues se alimentaba de despojos de un cuerpo muerto para alimentar su orgullo.
- ¡Pruslas! Tu imagen es reflejo de tu caída.
Santiago se iluminó de forma cegadora elevando el vuelo en vertical, diagonalmente se dirigió directamente al pecho del demonio asentándole una patada en el esternón.
El demonio perdió estabilidad, pero reaccionó tomando por el tobillo a Miguel y lo separó de su cuerpo. Girando sobre sí mismo como si se tratara de las aspas de un molino, intentó desorientar al arcángel con los giros, quien reaccionó pegándole una patada con la pierna libre en la cara.
Pruslas soltó a Miguel, quien despedido por los aires, tomó el dominio de su cuerpo y su vuelo.
Aterrizó con estabilidad en el asfalto.
Valentín miraba atónito la batalla de Miguel y Pruslas desde la protección de los rayos de la espada de Miguel. El demonio había expulsado por dos veces sangre por el pico, lo que mostraba claramente que el Arcángel había conseguido afectarle con sus patadas; sin embargo, era evidente que las patadas no serían suficientes, para eliminar a una criatura tan fuerte como el Segundo Coronel de Astaroth. Miró nuevamente la espada y a Mijots; éste sudaba y su tostado tono de piel comenzaba a tornársele amarillo cera.
Valentín temió que algo le estuviera ocasionando un malestar general.
- Dime chico, ¿qué fuerza de la naturaleza es la más destructiva de la fauna y flora de un territorio?- Le preguntó Mijots.
- ¿El fuego?- Contestó Valentín.
- ¿Y cómo podemos atraer el fuego a un punto concreto?
- ¿Con un rayo?
- Como dijo aquél que una vez tanto tú como yo admiramos ¡EUREKA!

El doctor abrazó por el cuello a Valentín y le frotó sus revueltos cabellos simpático y cariñoso. Después se puso en pie y atrajo su cayado a sus manos. Haciendo unos giros con el mismo como si se tratara de un báculo.
- Escúchame chico, en la naturaleza tenemos todo lo necesario para vencer cualquier enemigo del espíritu como de la salud. Somos Dominaciones y las Dominaciones conocemos todos los secretos de este mundo y disponemos de las herramientas necesarias para despertar su fuerza. Mira bien y contempla la maravillosa creación que Pruslas ha depreciado, o mejor dicho…, le ha atrapado hasta el punto de la locura.
Rafael cerró los ojos y comenzó a pronunciar unas oraciones. Sin soltar el cayado. Valentín intentó imitar esa posición e intentó escuchar las palabras pero eran en un lenguaje desconocido para él, por lo que no pudo ayudarle, repitiéndolo.
- Aquellas nubes que se acercan por el oeste vienen cargadas de agua. Podemos acelerar el proceso de una tormenta.- Dijo Mijots aún con los ojos cerrados.
El cayado comenzó a brillar de verde cargándose de una energía que provenía del propio Arcángel. La energía salió disparada como si se tratara de un hechizo, directo al cielo. Ante los atónitos ojos de Valentín comenzaron las nubes a crecer, el viento a soplar con fuerza y en un instante el cielo se cubrió. Un aroma familiar a humedad comenzó a inundar la ciudad.
Por último, comenzó a tronar.
- ¡Increíble! - Exclamó Valentín brillándole los ojos de emoción.
Pruslas miró al cielo y después miró a Rafael. Furioso le gritó.
- ¿Qué pretendes hacer, irritante viejo?
Se dirigió hacia el doctor, pero Miguel se interpuso.
- Yo soy tu enemigo, Pruslas. Para tocarle, antes deberás vencerme…, y te advierto que no te será fácil.
El demonio escupió sangre por el pico y después se limpió con el dorso de su huesuda mano.

“Vamos Rafael, le mantendré distraído para que destruyas a sus esbirros.”

Mijots escuchó esos pensamientos que procedían de la cabeza de Miguel y que curiosamente también pudo escuchar Valentín.

“Te prometo que no lo habrás de entretener por demasiado tiempo.”

En la palma de Rafael apareció un puñado de shuriken que lanzó al aire en el momento adecuado en el que el rayo alcanzó el cayado. Este expulsó la energía hacia las cruzadas placas y el rayo se introdujo en unos cuantos esbirros que cayeron al suelo pulverizados.
- ¡¡Fabuloso!!- Dijo saltando de alegría Valentín.- ¿Yo también podré hacer eso?
Uno de los shuriken cayó al lado de Valentín, liberando toda su carga eléctrica rozándole los tobillos. Éste se quedó paralizado de miedo. Estaba pálido como la leche.
- Vigila tus reflejos muchacho.- Exclamó Mijots.- ¡Ve a refugiarte! Esto es muy eficaz pero también algo peligroso.
Valentín salió corriendo asustado y esquivando lo más rápido que podía los shurken y dagas que caían a su alrededor, tapándose la cabeza con ambos brazos.
Mijots repitió el lanzamiento hasta tres veces más aprovechando el rayo. Se mantenía protegido gracias a su propia aura. Valentín hizo lo propio metiéndose en un portal cercano, y ahí, se tiró de cabeza a una maceta de madera.
La lluvia caía abundante y no tardaron los charcos en inundar la plana plazoleta donde tenía lugar el enfrentamiento. Miguel cayéndosele el agua por los hombros, cuello y ropas, miraba fijo a Pruslas; quien gritaba maldiciendo a Rafael quien estaba exterminado a todos sus esbirros. Eran semejantes sus quejidos al pataleo de un niño enrabietado.
Comenzó a caer granizo.
El Coronel volvió a intentar enfrentarse al Arcángel de las Dominaciones, pero Miguel le tomó del cuello con todas sus ganas tirando de su cuerpo con el ademán de sus alas y el fuerte viento.
Todos los esbirros perecieron y la tormenta se dispersó en un momento. Cualquiera de los testigos de la misma, podían pensar de lo extraordinario del hecho, sobre todo por la rapidez y fuerza de la tormenta. Sin embargo, no intentaron buscar una explicación.
Rafael y Miguel miraron a su alrededor los calcinados cuerpos de los esbirros hundidos en el agua y el barro del parque. La espada seguía clavada en el suelo, emitiendo su brillo añil.
Valentín asomó la nariz por encima de la maceta vacía para comprobar que ya no llovía. Girándose a su derecha vio al portero que se disponía a meter la planta en el tiesto, mirándole extrañado. El chico sonrió disimulado diciendo:
- Me dan un poco de miedo los truenos…
Al poner los pies en el suelo fuera del tiesto, Valentín se dio cuenta de lo absurdo de su excusa, pero continuó andando hasta salir del portal. Tras él, el portero le miraba sin articular palabra.
Después de dejar éste la maceta, y para asegurarse de que el chico no volvía, le siguió.
No podía creer que tras el chico, en la plazoleta, pudiera ver a dos ángeles y un enorme monstruo, en medio de un montón de cadáveres calcinados. Patidifuso se quedó el portero mirando el extraordinario hecho.
- ¡Cuidado Miguel!- Exclamó Valentín.
Con la fuerza de su enorme cuerpo el demonio se revolvió contra sí mismo. El viento que había cesado había aflojado el vuelo de Miguel, por lo que pudo resistirse a su abrazo Pruslas. Se estrelló contra el suelo aplastando a Miguel en el asfalto.
- Te dije aquél día que me expulsaste…- Comenzó a decir Pruslas.- que yo traigo a la vida a las almas de los caídos que prefieren la tierra al infierno; pero tu inexperiencia ha provocado que no te percates de ello. ¡Cuánto le queda a tu portador todavía para entender todos los misterios y señales que le son enviados por su guardián!
Y diciendo esto le asentó con sus codos cabeza y pies varios golpes al arcángel incapaz de liberarse de semejante peso.

Mientras unas sombrías y fantasmales luces chillonas, flotaban sobre los cuerpos de los esbirros. Eran las almas que había atraído Pruslas del infierno para dotar de vida sus horribles invenciones.

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