CAPÍTULO 6. Barrera espititual











Santiago llamó a la puerta de la sala de profesores de educación física del gimnasio. En su interior se encontraba Terence, su profesor que al verle le sonrió ampliamente. Santiago estimaba mucho a esta persona porque siempre había sido muy amable con él, probablemente porque era el alumno de más nivel que tenía.




-¿Qué te trae por aquí, Santiago?

- ¡Hola! Vengo a presentar esto.- Terence tomó la inscripción y arqueó las cejas.

- Así que te has apuntado al equipo de fútbol. ¡No sabes cuánto me alegra!- Dijo metiéndose el papel en el bolsillo.- Ven, te presentaré a tus compañeros.




Entraron en el vestuario masculino donde un grupo de chicos de todos los cursos del colegio se estaban cambiando. Terence presentó a Santiago y después preguntó por el capitán.




- Debe estar a punto de llegar.- Respondió James. Santiago recordaba a ese chico de la noche del ataque de Razquiel. Dejó la mochila en el banquillo del vestuario y comenzó a cambiarse. –Necesitarás unos pantalones cortos para jugar. Si me dices tu talla te encargaré unos. Yo soy el encargado de la equipación.- James le ofreció la mano y Santiago se la dio. Le gustaba la cordialidad de aquel chico.

- ¡Gracias!- Dijo.

- Ahí está el capitán.- Santiago levantó la vista. Se quedó de piedra al cruzar su mirada con el recién llegado.

- ¡Daniel!- Daniel le mostró su torcida y altanera sonrisa, mientras soltaba la mochila.

- ¡Vaya Santiago! Así que te has apuntado al equipo. Cualquiera diría que andas persiguiéndome.- Dijo mirándole por el rabillo del ojo.

- Yo creía que…- Dijo Santiago.

- ¿Qué Mark era el capitán?¡ja, ja!- Decía, mientras se sacaba el chaleco.- Mark solo me sustituía. Los campeonatos de lucha me obligaron a retirarme del equipo por un tiempo, pero ahora he vuelto a arreglar el estropicio que hizo.- Daniel echó una mirada helada a Mark. Éste levantó la barbilla con el ceño fruncido. No le había gustado el comentario pero se calló y siguió cambiándose.

- Bueno… ahora con Dani y Santiago en el equipo hay más esperanza de ganar.- Dijo James intentando calmar el ambiente.

- Eso si no se pelean.- Dijo uno de los chicos riéndose. Santiago y Daniel le clavaron la mirada. James le pegó un codazo, obligando a callarle y doblarse.

Daniel se acercó al chico. Éste se acobardó. Después de observarle un rato soltó una inexplicable carcajada y le dio una fuerte palmada en la espalda.

- ¿Así que tú eres el graciosillo del grupo? De veras que tienes gracia.- Dijo abrazándole por el cuello. El chico se puso rojo. Cuando Santiago vio que Daniel estaba ejerciendo presión en el cuello. Era una llave muy conocida de lucha. Muy nervioso por la situación pero aparentando serenidad colocó su mano en el brazo de éste.

- Ya vale…- Daniel miró a Santiago mientras el resto del equipo estaba en tensión. Daniel soltó al chico que cayó al suelo tosiendo.

- Ten cuidado con lo que dices.- Le advirtió al chico que asintió.- Y para ti, “Oscuro”, soy capitán.- Dijo girando su mirada a Santiago señalándole con el dedo.

- Vale capitán…- Dijo Santiago mirando a otra parte colocando sus manos detrás de su espalda de muy mala gana.

- No te he oído.- Dijo Danny acercando su mano a la oreja.

- ¡Vale capitán!- Contestó más enérgico, pero rabiando en su interior.




El silbato de Terence sonó y los chicos se dispusieron a salir al campo. Mientras Santiago subía las escaleras pensaba que no podía creer que tuviera que lidiar con Daniel en el equipo de fútbol también; pero ahora era un miembro más de él, no podía discutir con su capitán.




Pasadas las ocho, Santiago estaba en las puertas del oratorio. El entrenamiento había sido intenso y estaba muy cansado pero no podía olvidar su promesa. Cuando se dispuso a tomar el manillar de la puerta ésta se abrió apareciendo Ana por el umbral. Cuando le miró le sonrió brillándole los ojos.

- ¡Te he visto entrenar hoy! No has soltado el balón en todo el juego, lo haces fenomenal.- Santiago sintió ruborizarse.

- Tampoco es para tanto- Dijo rascándose el cuello.

- Sí que lo es.- Ana inclinó con timidez su mirada.- Vienes a hablar con el padre Thomas. Está confesando.

- Yo…- Santiago cerró la boca de pronto. ¡No podía decirle que iba a ver al Arcángel Gabriel! Le tomaría por loco.- … gracias por verme entrenar.- Se metió rápidamente en el oratorio y cerró la puerta. Apoyado sobre la puerta respiró hondo pensando que había sido un poco brusco ya que no se había despedido de ella.




El agradable olor a incienso le hizo alzar la vista al interior de la nave. La luz era muy cálida y sentía al entrar en aquel lugar un sentimiento muy extraño. Hasta el momento las Misas a las que tenía la obligación de asistir le habían parecido aburridas y los sermones de Thomas auténticas tonterías sin sentido; no obstante, la aparición de Gabriel le habían hecho ver que el Cielo realmente existía y el infierno también. Giró su mirada hacia el confesionario donde percibió cierta actividad Se acercó a él y abriendo la cortinilla que oculta al sacerdote comprobó que no había nadie en su interior, ni siquiera Thomas, quien se supone que estaba confesando.

Se sentó en el interior cerca del rodillero y expiró profundamente.

- ¡Debo haberme vuelto absolutamente loco!- Se dijo en voz alta.

- ¿Dónde está tu fe, Santiago?- Santiago se giró hacia el lado donde se supone que antes estaba vacío. La puertecilla se abrió y tras ella estaba Gabriel.

- ¿Cómo sé que no eres una visión?- Gabriel se giró hacia Santiago.

- Dónde está tu fe, Santiago.- Volvió a decirle.

- ¿Mi fe…? ¡No entiendo una sola palabra de lo que me dices!

- Tienes que creer que yo soy real, que todo lo que has visto es real. Eso es la fe. No puedo darte más pruebas de ello salvo que confíes en ello. Si no confías, no puedo ser tu maestro y Miguel no podrá nunca despertar en ti.- Gabriel le tendió la mano.- Coge mi mano si quieres seguir confiando, sino, no lo hagas.- Santiago le dio la mano otra vez. Gabriel le sonrió y alrededor de ellos apareció la cripta. Santiago cayó al suelo de bruces, ante las risas de Gabriel.

- No puedes avisarme adónde vamos antes de que me lesione de verdad.- Dijo Santiago avergonzado levantándose.




Gabriel se quitó la armadura que le cubría el cuerpo. Santiago miró caer la coraza y las hombreras, los brazaletes y ambas grebas con sus escarpes correspondientes. Estaba atónito. Después el ángel hizo aparecer unas vendas entre sus manos y le lanzó un par a Santiago. Éste las cogió al vuelo; al ver que Gabriel se las estaba poniendo en los puños, él hizo lo mismo.

- ¿Qué tal el entrenamiento?- Dijo Gabriel.

- Bien, pero Daniel es el capitán del equipo.

- Daniel ¿eh?

- Es el matón del colegio. ¿Creía que los ángeles lo sabíais todo?

- Cierto, sé que él y tú no os lleváis demasiado bien. Sé que te venció en una pelea.

- Es muy fuerte.

- Pero es la ira la que le da esa fuerza y a la ira no se la combate con más ira sino con paciencia. Yo te enseñaré a combatir con paciencia. Veamos qué tal andas en lucha.

- ¿Cómo dices?

- Quiero que me ataques.

- ¿Pero cómo voy a atacar a un ángel?.- Gabriel frunció el ceño. Santiago vio aquel gesto por primera vez en aquel ser extraordinario. Parecía más humano que celestial.

- ¿A qué estás esperando?.

- No puedo… te veo y… si me cae la ira de Dios encima.- Gabriel soltó una sonora carcajada. Santiago se sintió ofendido.

- Escúchame bien, Santiago, Dios conoce la ira, pero no la practica.

- Pero y todo eso sobre el diluvio, la expulsión del paraíso, el éxodo…

- Veo que has hecho los deberes.- Dijo apoyándose sobre una de las estatuas y cruzando los brazos.- Conoces lo narrado en el Antiguo Testamento pero no has de interpretarlo al pie de la letra. Lo que está allí escrito hay que verlo como una fábula, una metáfora de cómo Dios ayuda a las personas siempre y vence el mal.

- Pero murió gente según la historia. Sodoma y Gomorra, por ejemplo.

- ¡No murió gente! ¡Murió el pecado! Las personas del antiguo Testamento no son más que personificaciones del pecado. Los actos de Dios, actos de justicia. Del mismo modo que los jueces, aunque no con leyes muy justas a veces, meten en la cárcel a los delincuentes; en el Antiguo Testamento, la cárcel y el juicio es el diluvio y todos los desastres ahí narrados.




Gabriel alzó la vista a Santiago. Éste había escuchado la historia con tanta atención que se le quedó un gesto embobado. Gabriel sonrió a Santiago y se levantó rápidamente haciendo reaccionar al chico.

- ¿Además de tu maestro de lucha tengo que ser tú asesor espiritual? ¿No escuchas a tu ángel de la guarda, Santiago?- Continuó Gabriel. Le puso el dedo índice en el pecho.- Lo llevas en tu corazón. Llevas al mismo Miguel y no le escuchas lo que debieras. Espero conseguir que lo hagas y confíes más en él. Yo solo soy el intermediario. Ahora que no vas a ser bombardeado por ningún meteorito de lava, ¿Me vas a atacar?- Santiago metió un derechazo a Gabriel, que este supo esquivar.- Muy lento, pero lo puedes mejorar.

Santiago se recolocó flexionando las rodillas. Respiró hondo y metió un rodillazo al ángel este frenó al cruzar sus puños, sin embargo, Santiago sintió algo muy curioso. Pese a que su rodilla golpeó las manos no consiguió notar el impacto. Volvió a comprobarlo metiendo un golpe hacia arriba intentando alcanzar la barbilla, y otro en el estómago pero ambos fueron parados por Gabriel. Éste le tomaba los puños pero seguía sin notar contacto. Desconcertado separó sus manos de las del ángel sin dar crédito.

Empeñó todas sus fuerzas el chico propiciándole varios golpes al ángel sin hallar resultado satisfactorio. Agotado se lanzó hacia Gabriel para hacerle una llave. Gabriel volvió a esquivar el golpe. Sintió por atrás un golpe cortante en la zona medio de la espalda, tan intenso que le hico caer de rodillas.




- ¿Qué te pasa Santiago?

- Es como si golpeara a un fantasma…no noto tu cuerpo.

- ¿Y entonces por qué yo sí que puedo golpearte? Vuelve a intentarlo.







Santiago se levantó dolorido, pero no cesó en conseguir algo de su primer entrenamiento. Metió una patada circular al tronco. Gabriel la frenó con sus brazos y lanzó la pierna desequilibrando al chico que con dificultad volvió a apoyarla en el suelo. Aprovechando el giro, quiso golpear el pecho al ángel, pero recibió un puñetazo en estómago que volvió a doblarle. Agotado Santiago se abrazó a su tronco y apoyó su mano en la pared.

- No puedo Gabriel…, ¡no consigo darte y hacerte daño!

- ¡Bien! Te diré a qué se debe, ya que no has sido capaz de averiguarlo por ti mismo. – Gabriel adoptó su postura peculiar de sentarse en el aire, mientras levitaba.- Se debe a la “barrera espiritual”

- Barrera espiritual…- Dijo Santiago sentándose en el suelo apoyado en la pared.

- Así es. Como sabes los ángeles somos espíritus y como tales nos encontramos protegidos por la dimensión espiritual en la que en otra ocasión te he hablado. Este aura que ves a mi alrededor, es la proyección de la llama de mi auténtico aspecto.

- Por eso es también rosa.

- Efectivamente. Ese aura me mantiene a mí y a mi portador protegidos como una segunda armadura. Los demonios, como también son ángeles, aunque caídos, tienen esta misma barrera espiritual. Para que consigas golpearlos y golpearme a mí, tienes que romper esa barrera.

- Cómo lo puedo hacer si yo estoy en la dimensión real.

- Con los ojos del corazón. Si miraras más allá de la imagen que me porta, verás la llama rosa que realmente soy y podrás golpearla.

- ¿Cómo se mira con los ojos del corazón?

- Superando la imagen que te engaña de mí. No intentes golpear al vientre, la barbilla o el pecho que ves. Golpea la llama en sus distintos ángulos. Yo puedo darte, porque veo tu espíritu Santiago. Si tienes que encontrarte cara a cara con ángeles o demonios debes meterte en tu dimensión espiritual para atacarlos.

- ¿Cómo puedo lograrlo?

- ¿Recuerdas el viaje que hiciste conmigo? Pues lo deberás hacer más veces, pero tú solo. Subiste más allá de lo que yo te revelé para ver a los arcángeles, si ejercitas la reflexión y la meditación conseguirás ascender por ti mismo.

- Enséñame entonces a hacerlo, Gabriel.- Dijo Santiago sentándose en sus talones.

- Te lo enseñaré. Pero en los próximos días. Ahora debes descansar, has hecho un buen trabajo hoy.




Santiago se levantó y tomó sus cosas. Detrás de sí volvió a abrirse la puerta.

- Cuándo volveré a verte.

- Pronto. Percibirás mi presencia y te llamaré nuevamente a entrenar. Tenemos mucho trabajo por delante. ¡Buenas noches!

- ¡Buenas noches!




Santiago corrió por la puerta y apareció en los jardines del Colegio. Corrió hasta los dormitorios masculinos.

En un árbol cercano un búho retransmitía a la mente de Aamon al chico que había salido misteriosamente de la nada. Supo que no podía ser más que por Gabriel tan extraordinario hecho y sonrió satisfecho.

- ¿Será ese chico tu punto flaco querubín del Altísimo?

- ¿Ya has encontrado el sistema para eliminar a Gabriel, Aamon?.- Detrás estaba Pruslas sacándose la roña de las uñas. El tiempo que te di se agota.




Aamon se abalanzó sobre Pruslas insultándole.




- Si quieres dilo, idiota, dilo a Astaroth que cuando vuelva de mis penurias juro que sufrirás cien mil veces más que yo.

- ¿El qué has de decirme, Pruslas?- Astaroth apareció entre las sombras. Aamon soltó a Pruslas pero lo miró amenazante.

- Nada, señor.- Dijo inclinándose. Astaroth pegó un puñetazo en la nuca a Pruslas y este cayó al suelo.

- ¡¿Qué me estás ocultando?!- Lo cogió del pelo y Pruslas comenzó a arder quejumbroso. Sin soportar el dolor confesó.

- ¡Aamon os ha deshonrado, mi señor! Abandonó el combate contra Gabriel.- Aamon apretó fuertemente los puños, conteniendo su ira.

- ¿Es cierto eso? ¡Uno de mis más poderosos generales desertando! ¿Sabes la pena que le espera al que deserta?

- Las llamas del infierno, señor…

- ¡Así es!

- Por todo este tiempo que llevo a su servicio, pido un ultimátum. Deme una última oportunidad a costa de mi vida y mi libertad si no consigo vencer a Gabriel.

- ¡Qué valor puede tener la vida de un desertor!- Astaroth escupió en la cara de Aamon éste se llevó las manos a los ojos gritando de dolor y consumiéndose entre llamas desapareció.

- Ahora tienes el mando de treinta legiones más, Pruslas. No me decepciones.

- Sí mi señor.







Pruslas hizo una reverencia y Astaroth se perdió en la oscuridad.



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