CAPÍTULO 4.Tiempo de espera




—¡Estúpida ave de rapiña!— Exclamó Astaroth agarrando el cuello de Aamon y estrellándolo contra la pared— ¡Otro de mis principados ha desaparecido! ¡¿Cómo es posible eso si no está Miguel vivo?!
- Mi, mi Señor Astaroth… es cierto que Miguel ha muerto, pero quien atacó a Razquiel fue otro…
- ¡¡Habla inmediatamente si no quieres que te envíe a torturar!!— Dijo soltándolo. Aamon cayó al suelo tosiendo con una mano en el cuello.
- Fue el primero de los Arcángeles después de Miguel, el que gobierna o el guarda su poder.
- ¡¡Gabriel!!— Dijo abriendo los ojos.— ¿Me estás diciendo que Gabriel ha descendido también del Cielo? entonces hay algún plan trazado. La aparición de Gabriel entre los hombres no nos lleva más que ha fracasos a nosotros. La última vez que apareció entregó al mundo a alguien que dio esperanza y fuerza a los mortales, el que desde entonces ha ido mermando nuestro poder en las almas de los hombres y ha creado a miles de sacerdotes. Ese tal Mesías capaz de vencer la muerte del espíritu y el cuerpo.

Pronunció un espeluznante grito y derribo de una patada una columna de la estancia. Parte del techo se resquebrajó.

- ¡Hay que destruir a Gabriel, antes que sea demasiado tarde, Aamon!
- Sí, mi señor. Debemos encontrar al portador del espíritu de Gabriel y matarlo. Es la única forma de frenar lo que sea que intenta.
- Entonces ya sabes que hacer. Encuentra a ese portador aunque tengas que peinar con tus búhos toda la tierra. Que los búhos sean tan numerosos como las palomas y las ratas. Si no lo haces te echaré a las penurias y torturas más dolorosas que existan.
- Sí…sí mi señor.

Aamon salió corriendo de la estancia. Astaroth se sentó en su trono y su lobo reclamó sus caricias.

- Gabriel… qué te traes entre manos…

El padre Thomas se encontraba en la sacristía del oratorio rezando el rosario frente a una inmaculada policromada colocada sobre un pequeño poyete. Iba por las letanías, pero antes de terminar comenzó a sentir una de sus visiones. Se llevó las manos a las sienes, pues cada vez que recibía un mensaje del Cielo su cuerpo se resentía ante las inmensas energías que le embargaban. Frente a él volvió a aparecer Miguel.

- ¿Qué mensaje me das ahora?— Dijo Thomas cuando desapareció su malestar del principio.
- Has encontrado a mi portador, ¿verdad?
- Sí.
- Entonces has de entrenarle cuanto antes. No podemos permitir que te expongas nuevamente a los demonios. Si te encuentran intentarán destruirte como lo hicieron conmigo. Eres uno de los más poderosos Arcángeles, Gabriel, pero también eres el más vulnerable. Sin ti ninguno de los seis podremos descender.
- Lamento haber tenido que luchar, pero no tuve más remedio.
- Lo entiendo. Hiciste bien, pero comprende que luchar es mí misión.
- Sí.
- Entrena cuanto antes a Santiago, amigo mío. Dependo tanto de ti como tú dependes de mí.

Miguel desapareció. Thomas se apoyó en el respaldo y respiró profundamente mientras terminó de rezar.



Santiago estaba leyendo los campeonatos anunciados en el tablón del gimnasio. La educación física era su asignatura favorita ya que se le daba excepcionalmente bien y siempre sacaba muy buenas notas. No vio anunciado nada sobre lucha y decepcionado se retiró bajando las escaleras; a los pies de éstas, un chico le ofreció un panfleto sobre el equipo de fútbol; Al parecer estaban buscando nuevos miembros y pensó que tal vez sería una buena opción. Cogió el bolígrafo de su estuche y rellenó el casillero que tenía detrás el papel. Mientras rellenaba sintió un zumbido en su mente y se apoyó al perder el equilibrio. “fut…bol…” se dijo y un recuerdo le invadió la mente. Su rostro se puso amarillento y un sudor frío le empapaba. En pequeños flashes pudo ver vagamente retazos de lo que había ocurrido la noche anterior. Cayó de espaldas y Ana impidió el choque contra el suelo interponiendo su regazo como una acto reflejo.
Cuando abrió los ojos se encontró al padre Thomas mirándole
- ¿Qué tal te encuentras?
- ¿Qué me ha pasado?
- Te ha dado una bajada de tensión por falta de azúcar. Me han dicho que no bajaste a desayunar hoy, no debes hacer eso antes de gimnasia; sé lo exigente que es el profesor y todos los ejercicios que os manda hacer. Si no has desayunado bien puedes quemar demasiadas energías y quedarte sin fuerzas.

Santiago miró a Thomas y entornó los ojos, el rostro del sacerdote guardaba casi tanta belleza como el ángel que recordaba de la noche anterior.

- No llegaba a clase así que corrí a gimnasia.
- Entiendo.— Thomas sacó el papel de la inscripción al equipo.— Me alegra que te hayas apuntado. Seguramente harás amigos ahí y serás una gran ayuda para ellos, ya que eres tan bueno en los deportes.
- Preferiría que fuera un campeonato de lucha.— Thomas se echó a reír.
- Bueno, tengo entendido que el próximo no tardará en llegar, así que tal vez puedas presentarte a él.
- ¿Cuándo?
- Creo que en primavera. – Thomas le ofreció un plato con leche y galletas.— Me ha dicho Murice, el doctor del colegio, que no te devuelva a clase sin haberte tomado esto y así contrarrestar el azúcar que no has tomado esta mañana.— Santiago comió la leche con galletas con apetito. Thomas miró el crucifijo que colgaba del pecho del chico.— Veo que llevas la cruz de Santiago. El chico encerró la cruz entre sus dedos.
- Sí, es lo único que tengo de…
- Tus padres biológicos.— Santiago asintió.
- ¿Sabes que Santiago fue el primer Apóstol mártir? Cuando comenzó a predicar se dirigió hacia el oeste y predicó por todas la regiones. Cuando llegó a España se desesperó tanto porque nadie le escuchaba que se sintió una gran frustración y se sentó a descansar; en ese instante tuvo la visión de la Virgen sobre un pilar y supo que sería la Virgen la que sostendría la fe y conversión española. Desde entonces España ha sido un país fundamentalmente mariano.
- No conocía esa historia.
- Cuando regresó a Jerusalén, Santiago no se rindió ante las dificultades y no atendió la orden que le dieron junto a Pedro y Juan de que dejara de predicar, entonces, un soldado se le acercó y le degolló a golpe de espada, por eso su cruz tiene esa forma tan particular.—Santiago miró la cruz impresionado.— Desde entonces el apóstol pasó a ser un importante foco de peregrinación, siendo su entereza y vocación dignas de adorarse.
- Es una historia interesante, pero… ¿por qué me la cuenta, padre?
- Llevar su nombre y su símbolo significa una gran gracia. Fue el mismo Arcángel Miguel quien dignó de honores al Apóstol al morir, utilizando esa cruz como su más fiel defensa y lucha.

Santiago se comió atónito la última galleta. Miró al padre fijo y dejó el plato en la mesa.

- Debería ir ya a clase.— Dijo levantándose de la cama.
- Muy bien. – Dijo sonriente el padre Thomas. Sus ojos brillaban de bondad.— Mañana a las siete hay entrenamiento de fútbol. Entrega la inscripción y comienza a participar. — Santiago salió de la enfermería bastante impresionado de la historia.



Por la tarde Santiago salía de la clase agotado. Había sido un largo día y el desvanecimiento de la mañana le había dejado hecho polvo todo el día. A ello se sumaba la historia que le había contado Thomas y que le tenía la mente ocupada en clase. Después se sentó en el castaño antes de volver a su habitación. Ya estaba anocheciendo pero aún había luz suficiente para ver así que sacó el cuaderno de dibujos y siguió trazando al misterioso y bello ángel que le venía de vez en cuando en un vago recuerdo. Después pensó si ese no sería el Miguel que Thomas le había contado.

- ¡Santiago es precioso!— El chico se llevó el cuaderno al pecho y se giró nervioso. Era Ana.
- Pintas muy bien.— Ana se había sentado frente a él con una agradable sonrisa.— ¿Me dejas verlo otra vez?
- No… no está terminado.— Dijo tímido. Ana nunca había visto ese gesto en Santiago y le sonrió con más fuerza.
- ¿Entonces, me lo enseñarás cuando lo termines?— Santiago no respondió.— Bueno… de todas formas cómo estás.
- Bien.
- El padre Thomas me ha dicho que te has apuntado al equipo de fútbol ¡y me parece genial! Seguro que contigo ganamos los campeonatos.
- Ana.., y tus amigas.
- Han salido antes que yo, como sabes tengo que rellenar las listas hasta que elijamos un delegado. ¡A ver cuando se hacen las votaciones! Llevamos casi un mes de clases y seguimos sin delegado. Es un rollo esto. — Santiago se levantó.
- ¿Ya te vas?
- Tengo cosas que hacer.
Santiago se alejó frente a los ojos de Ana. Ella estaba un poco disgustada porque no parecía querer hablar con ella.


Aamon apoyado sobre una de las pequeñas torretas del edificio central del colegio, examinó con detenimiento los alrededores. Como ya había anochecido se quitó las gafas de sol dejando asomar sus redondísimos, grandes y amarillos ojos inexpresivos. Detrás de él se deslizó otra persona de tez pálida, ojos sanguinarios y ramificaciones verdosas por las sienes.
- No tentarás al Señor tu Dios…—Dijo Aamon sonriendo malévolamente.— Pero nosotros, Azaquiel, no seguimos sus mandatos ¿verdad? Ve y tentemos a su mensajero para descubrir que mortal oculta el bello rostro del “poder de Dios”— Azaquiel descendió con sus alas negras hacia el suelo y caminó por la fresca hierba. Se detuvo ante dos chicos que jugaban con dos tirachinas a tirar unos botes al suelo, haciendo diana. Se acercó al que iba a tirar distrayéndole. La china fue a dar a la cara del otro chico. Después de recibir disculpas, Azaquiel hizo lo mismo con el otro chico.
- ¡Lo has hecho a propósito!
- No es cierto.
- ¡Sí lo es!— Dijo tirando la china.



Así se comenzaron los dos a tirarse mutuamente con mucha rabia y cuanto más rabioso era el tiro más dolor se propiciaban. Azaquiel riéndose miró a Aamon, quien levantando el pulgar siguió inspeccionando el terreno girando sobre sí mismo como el faro de un puerto. Sus ojos amarillos parecían las bombillas. No parecía ver nada que saliera de lo normal.

Santiago que pasaba por ahí escuchó el escándalo y se asomó a ver qué pasaba. Cuando vio el panorama corrió a separar a los chicos llenos de magulladuras. Uno de ellos se frotaba el ojo pues una de las chinas le había dado ahí.

- ¿Acaso os queréis desgraciar?— Los chicos se giraron hacia Santiago ya poseídos de la violencia de Azaquiel. Cuando Santiago miró sus rostros comprobó que eran muy parecidos a los que recordaba en sus flashes.— ¿Por qué narices me andan persiguiendo estos zombies?— Levantó la vista y descubrió a Azaquiel.— ¡Tú otra vez!

Azaquiel alzó el vuelo y se plantó frente a Santiago.

- Me parece que me confundes con Razquiel.— Azaquiel cogió por el cuello a Santiago.— ¿Eres tú el portador de Gabriel, mocoso? ¡Entonces muéstrate para que pueda destruirte en nombre de Astaroth!
- ¡Él no es!— Azaquiel se giró hacia su espalda y descubrió al resplandeciente Gabriel.
- ¡Maldición!— Exclamó Aamon.— ¡Ha aparecido ya transfigurado!
- Azaquiel, Ángel del conflicto… deja a los chicos en paz si me buscas a mí.
- Voy a hacer girones tu cara bonita Gabriel, por haber destruido a Razquiel.
- Inténtalo, y tal vez descubras el cuerpo que me acoge en su interior.

Santiago vio como Azaquiel se abalanzó sobre Gabriel para propiciarle una patada. Gabriel tomó la pierna por el tobillo y la giró haciendo girar a Azaquiel en el aire. Éste se volvió a poner en pie sobre el suelo muy rabioso. Echó a correr a toda velocidad contra Gabriel. Una y otra vez, sucesivamente y muy rápido Azaquiel intentaba golpear a Gabriel con ambos puños pero éste se escurría de ellos como una abeja esquiva las flores. Santiago estaba impresionado por lo imperceptible de los movimientos de ambos.

Gabriel encontró un hueco y detuvo los puños de Azaquiel. Hubo un pulso entre ambos que hizo enterrar los talones en la arena de la fuerza que ejercían. Gabriel soltó a Azaquiel aprovechando la fuerza de éste, que perdiendo estabilidad se desplazó sobre las alas de Gabriel. Éste aprovechó haciéndole zancadilla cayendo Azaquiel contra el suelo. Gabriel colocó su rodilla en el lumbago poniendo todo su peso para evitar que Azaquiel se levantara por el dolor. Tomó los brazos del mismo y los inmovilizó en la espalda; tal y como hace un policía al esposar al delincuente. Así quedó totalmente apresado Azaquiel.

- Azaquiel, principado de Astaroth, te ordeno que abandones el cuerpo que habitas.— Dijo Gabriel poniendo su mano derecha sobre la coronilla de éste, mientras con la izquierda aguantaba los brazos.— Azaquiel, en nombre de Dios vete del cuerpo que posees.— Dijo unas oraciones en latín que repetía una y otra vez “in nomine patris, et filis, et espiritu sanctis…”

Mientras pronunciaba las palabras, Azaquiel decía resistiéndose pese a su sufrimiento. “¡Yo no obedezco tu Palaba!” Hasta que finalmente dijo Gabriel.

- Yo te creé, yo te amé y tú te retiraste de mí; mientras estés en esta alma que me adora yo debo purgarlo de tu espíritu.

La sombra de Azaquiel abandonó el cuerpo furiosa. Miró con ojos rojos de odio a Gabriel y dijo:

- Te encontraremos, cueste lo que cueste y mataremos a tu portador. Así ya no nos causarás más problemas.

La sombra se dispersó. Gabriel se levantó del cuerpo ya sanado y alzó la vista a la torreta del colegio, donde los fríos y amarillos ojos de Aamon le observaban.

- Aamon… coronel de Astaroth….— Dijo Gabriel levantando los brazos y tomando una intensidad desmendida su luz.

Aamon saltó la torreta en dirección opuesta a Gabriel, reduciéndose la energía de éste.

Santiago, petrificado miraba a Gabriel con los ojos abiertos como platos. Gabriel se giró y lo miró.

- ¿Me recuerdas de ayer, verdad Santiago?— Santiago asintió.
- Qué...
- Si quieres saber por qué estoy aquí dame tu mano y lo verás.


Santiago se dirigió lentamente hacia Gabriel hasta tomarle la mano. En un resplandor desaparecieron los dos.

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