CAPÍTULO 13: El misterio de la curación





Mijots corrió hacia el baño más próximo y volvió arquear su espalda para evacuar la sangre que le impedía digerir y respirar bien, sobre la taza del retrete. Presionó la cadena para que el agua limpiara el estropicio y lo empujara por el desagüe mientras se limpiaba sus arrugados labios con un pañuelo. Después, volvió a la UCI y se sentó pensativo esperando que el sudor de sus sienes se secara. En la cama antes ocupada por Joan ahora estaba Thomas, mientras que en la otra seguía sin cambios Santiago. Se pasó las manos por su cabellera notablemente preocupado, entonces, sintió una cálida mano en su hombro derecho y al girarse, tras él, vio el espíritu de Gabriel con ojos lastimeros.
- Pensaba que ya no estabas aquí.
- Un ángel de la guarda nunca abandona a su custodio.- Dijo acercándose a Thomas.- ¿Verdad Miguel? - Junto a Santiago se encontraba el espíritu de Miguel.
- Por supuesto.- Dijo Miguel poniendo su mano en la frente de Santiago. - ¿Qué está pasando Rafael? ¿Acaso no es Mijots tu portador?- Mijots inclinó la cabeza.
- Intenté aplicar la Anunciación sobre ti, mientras luchabas la otra vez y no funcionó.- Dijo Gabriel
- Gabriel, Miguel…, no puedo transfigurarme por la sola razón de que me abandona la vida, pensé que podía aún recibir el Poder de Dios, pero estoy demasiado débil para romper las barreras de este mundo.
- Amigo mío…- Dijo Miguel cerrando los ojos desolado.
- Tengo un cáncer de estómago terminal, que ha sido imposible de detener. Las metástasis que me van invadiendo son letales, me han alcanzado el pulmón y el hígado. Es curioso… - Dijo apoyándose sobre la pared.- Toda mi vida luchando contra la enfermedad y es la enfermedad la que al final me vencerá.
- No puedo evitar lamentarme de encontrar a los portadores al borde de regresar a seno de donde proceden. Del mismo modo, Santiago está emprendiendo el mismo viaje.- Dijo Gabriel
- No te derrotes, Gabriel, el chico es fuerte y todavía hay esperanzas de salvarlo. A tu portador también. – Dijo Mijots.
- Pero no entiendo ¿Por qué no pudiste curarlo al instante?- Dijo Miguel.
- Hace ya muchos años, se lo entregué a alguien de suma importancia para el futuro de este mundo. Los dos lo sabéis. El don de la curación preserva de enfermedades a quien lo lleva dentro. Le da la longevidad necesaria para cumplir con su finalidad. No tuve opción, quien ahora lo lleva estaba al borde de la muerte y no podía permitir que así fuera. En cuanto a mí; preferí valerme de todos los medios que el Señor nos ha entregado en este mundo para sanar a los enfermos. Así no alteraba el curso natural de la vida. Ya sabéis lo purista que soy y cuanto disfruto transmitiendo mis conocimientos médicos a otros.
- Lo comprendo, al fin y al cabo, si eres el Arcángel del cuarto coro de las Dominaciones, ha sido por la gracia de Dios y porque Él sabe cuánto amas su Obra Creadora.- Dijo Miguel sonriendo benevolente.- Pero… ¿Quién tiene ese don ahora?
- El portador del tercer símbolo ¿no es así?- Dijo Gabriel.
- Efectivamente, Gabriel. He venido aquí para encontrarlo y en lo que reste de mi vida poder enseñarle las artes del sagrado cayado y la curación que le transmití.- Dijo Mijots.
- Ahora comprendo por qué aquel chico llevaba la brújula de las dominaciones y por qué Thomas aún no está muerto. – Dijo Gabriel.- Él es el siguiente portador de Rafael.
- ¿A qué chico te refieres, Gabriel?- Preguntó Miguel.
- Al compañero de habitación de Santiago, Valentín Drainhealth.
- Entonces, habrá que encontrar a ese chico.- Dijo Miguel sonriente.

Valentín miraba por la ventana silencioso mientras las chicas charlaban entre ellas. Estaba cruzado de brazos sin evitar pensar en Thomas y Santiago que estaban ingresados. “Están pasando cosas muy raras aquí. Esos pájaros del otro día atacando, las infecciones, Santiago en coma, ahora el padre Thomas…no lo entiendo…” Se dirigió hacia las chicas.
- Voy a ir a la cafetería, ¿queréis que os traiga algo?
- No muchas gracias, Valentín.- Dijo Ana.
- Está bien, ahora vuelvo.
Pero Valentín no fue a la cafetería sino que salió pasear un poco, a los jardines interiores de hospital, compartido con una residencia de ancianos. Se sentó en un banco y pensativo miro a su alrededor. Muchos de los ancianos del geriátrico habían salido a tomar el sol. Unos en bastón, otros sin él o en silla de ruedas; acompañados de enfermeras, asistentes y algún familiar que lo estaba visitando en ese momento.
El chico contemplaba a esas personas, sintiendo una gran ternura y respeto hacia ellas. Cuantas experiencias habían vivido a lo largo de sus vidas y cuanto de sabiduría habrían obtenido gracias a ello. Después pensó en lo rápido que la vida había pasado para ellos y como la vejez y la enfermedad había invadido mentes que en un pasado habían sido valientes, inteligentes, creativas, apasionadas o simplemente tranquilas. Metió la mano en el bolsillo y saco su estropeada brújula ni aun haciéndola girar entre sus manos se movía la aguja y suspiró. Al alzar sus ojos a las ventanas de la construcción, un nuevo recuerdo le embargó, aquella única y última vez en la que había enfermado y fue en África central, poco después del encuentro con el extraño beduino que le salvó del leopardo…

Durante su estancia en África, Valentín solía visitar a la familia de Raship quienes tan amablemente les ofrecían su hospitalidad a su padre y a su familia. Una de esas veces su padre se reunió con la de Raship para explorar el Congo. Solía el doctor ir solo a esas expediciones, pero aquel día le insistió tanto su hijo mayor que no se pudo negar; mucho tiempo llevaba Valentín soñando con adentrarse en la jungla y ver el nacimiento del río más largo.
Recordaba perfectamente a su madre advertirle una y otra vez que no olvidara ponerse el repelente de insectos pero aquel día estaba tan entusiasmado e iban tan apurados, que no reparó en ello ni tan siquiera su padre. El calor era insoportable, así como la humedad. Se encontraban más en el centro que en el oriente del continente y los insectos eran muy numerosos.
Entusiasmado con iniciarse en el trabajo de su padre, que tanto él admiraba desde pequeño, disfrutó mucho pero al atardecer, observó posarse en su brazo izquierdo un moscón a la par de interesante, repulsivo. Se quedó un buen rato mirándolo sobre su brazo fascinado por su aspecto; fue corriendo a decírselo a su padre cuando el padre de Raship se abalanzó sobre el insecto para espantarlo pero el picotazo ya había tenido lugar.
Los primeros síntomas que tuvo fue una enorme irritación que le provocó una gran roncha en su pequeño brazo, bastante alargada que se extendió por su sensible y fina piel. Su padre le puso varias pomadas para suavizarle y le alivió bastante durante el resto del día pero comenzó posteriormente a sentir fuertes dolores en las articulaciones y un fuerte dolor de cabeza. La altísima fiebre obligó a su padre a volver y tratarle desde su casa muy preocupado.
Después de conseguir bajarle la fiebre pareció que todo volvía a su curso, pero los trastornos del sueño, la descoordinación, la confusión y las alucinaciones; fueron definitivas de un avanzado y letal diagnóstico: “La enfermedad del sueño.”
Poco recuerda Valentín de semejante enfermedad debido al gravísimo estado en el que se encontraba; efectivamente la infección había alcanzado de forma vertiginosa el cerebro y estaba al borde de la muerte e inconsciente en todo momento.
Sus padres recordaban aquellos meses como los peores de su vida, porque pensaron que su hijo moriría…pero milagrosamente se salvó, quedando solo de semejante pesadilla una inofensiva marca que como si se tratara de una serpiente se enroscaba en su antebrazo izquierdo, provocada por la picadura de la mosca.
- Al borde de la muerte estuviste, bien te lo han descrito tus padres.- Valentín sorprendido de la interrupción se giró hacia la derecha donde descubrió al doctor Mijots- ¿Acaso no me recuerdas, Valentín? Yo no solo te salvé de aquel leopardo sino que también te salvé de dicha enfermedad, y en tu brazo tienes la prueba de ello…


Mijots le tomó del brazo y le embargó un inmenso desvanecimiento, inundándole un recuerdo enterrado en su mente desde hace mucho tiempo, mientras escuchaba la voz de Mijots desde lo más profundo de su conciencia.
- Tus padres se encontraban desesperados, los escasos medios de los que dispone África ponían aún en mayor peligro tu estado, y sin embargo, no sabían cómo prepararlo todo para llevarte de regreso a Inglaterra. Era un enorme coste para ellos ya que no te valías por ti mismo y estabas en constante inconsciencia. Embargados por un enorme temor, tu familia no se apartó de tu lado rezando siempre por tu recuperación. Tenían una milagrosa esperanza de que despertaras tarde o temprano.
Sobre tu cama colgaron un marco de Rafael con la fe de que te protegiera en todo momento, y no estaban equivocados, pues cuando la noche les encaminaba a dormir yo te aguardé al lado. Todos los días me valí de mi don para que despertaras, cuando supe que la única forma de salvar a mi portador era haciéndole finalmente la entrega total de la curación, te la otorgué para que sanara todo tu cuerpo.
Valentín, no todo se debió a mí, yo conocía tu corazón y las ganas de vivir que tenías y solo el impedimento físico era lo que te obstaculizaba de ello. Luchabas desde tu interior, aunque ahora no lo recuerdes. La curación funciona más eficientemente, cuando en quien se aplica, tiene la inmensa fuerza y deseo de vivir y luchar.
El adolescente, como si se tratara de una hipnosis de retroceso, vio una inmensa oscuridad a su alrededor que se rompió con un resplandor verde. Frente a él apareció el beduino resplandeciente con una benevolente sonrisa en su amable y bello rostro. Tenía dos grandes alas esmeralda y un cayado. Le ofreció su mano emprendiendo el vuelo y entonces despertó ante las lágrimas de sus padres que vieron que se había curado milagrosamente.
- Ahora lo recuerdas ¿no es cierto?
Valentín miró con detenimiento a Mijots y reconoció su rostro. El deterioro de su piel y arrugas, así como las canas le habían envejecido tanto que estaba irreconocible a simple vista, pero los ojos los tenía tan verdes y vivos como el joven del arco y la flecha que le había permitido acariciar al leopardo.
- Eres tú…- Dijo sonriente.- Pensé que no te volvería a ver.- Mijots rio cálidamente y le pasó el brazo por el hombro.- Pero… no entiendo…- dijo confuso.
- Escucha Valentín, yo no solo soy un beduino aventurero que anda por ahí como un héroe rescatando vidas. Yo soy aquel que guarda la creación de este mundo y el que conoce todos los secretos de la naturaleza. Yo soy Rafael, el arcángel del cuarto coro de las Dominaciones, el anterior guardián de esta brújula que me permite conocer a quien debo ayudar y acudir cuando me necesitan.- Tomó la brújula de la mano del confuso Valentín. En ese instante comenzó a moverse y un gesto de preocupación apareció en el rostro de Mijots.
- Qué pasa.
- Esta brújula detecta una amenaza.- Dijo levantándose.
- ¿Adónde vas?- dijo Valentín.- Todavía no entiendo nada de lo que me has dicho, ¿Cómo es que eres Rafael?- Mijots se puso el índice en los labios en señal de silencio.
- Escúchame bien. Entra en la UCI, en la cama 13 y 14, ahí están Thomas y Santiago. Ellos te necesitan.- dijo posando sus manos en los hombros de Valentín.- Como ya te he dicho yo ya te entregué el don de la curación y no puedo utilizarlo.
- ¿El don de la curación?
- Mira bien tu brazo ahora.- Valentín miró un fulgor verde que irradiaba de la señal del picotazo. Tenía forma de serpiente. Se asustó al verlo.- No temas, brilla ahora, porque tras haberte desvelado tu poder, éste ha despertado. Ahora debo partir, hay una amenaza en el centro de la ciudad, y creo que es Pruslas.
Mijots se adentró en el pasadizo más desierto y oscuro del hospital trepando por las paredes con la facilidad de una lagartija. Sobre el alfeizar del muro dos alas se extendieron a cada lado de su espalda dejando boquiabierto a Valentín, cuando el doctor emprendió el vuelo.
- ¡¡No era mentira!!- Exclamó señalándole.- ¡Es un ángel de verdad!- Entonces recordó lo que había ocurrido en el cine, cuando Miguel le llamó la atención así como lo ocurrido en el bosque próximo a la escuela. – Y hay más…


Alrededor de Santiago todo estaba oscuro y pese a que su consciencia le mantenía aún comunicado con el exterior, no podía ver, ni moverse, ni hablar y escuchar muy levemente. Sentía mucho dolor, calor, y notaba algo que le molestaba la garganta. Un aire frío le llenaba los pulmones y se los vaciaba, Aquella gran ráfaga le hacía sentirse bien un momento pues su temperatura parecía templarse, pero cuando el aire le abandonaba el calor volvía a arderle. No sabía lo que había ocurrido ni por qué estaba en esa situación.
Entre sus memorias se acordó de sus padres adoptivos, no sabía exactamente por qué, tal vez necesitaba ahora que estuvieran junto a él; nunca pensó que fuera a decirlo con tanta sinceridad. Después se acordaba de la sonrisa y la amabilidad de Ana; de las meteduras de pata de su amiga Joan y de la engreída y testaruda Sara. No había hablado con ellas demasiado, y sin embargo, tenía detallados recuerdos de ellas. Se acordó de su compañero de habitación Valentín y cuando se tropezó con su maleta…
Retrasando más sus recuerdos volvió al orfanato y las monjas que le habían criado, de sus carreras por el campo…, de sus escaladas por los árboles y rocas…., del río donde solía improvisar una caña con las cuerdas de la guitarra de la hermana Cristina. A una rama de árbol fina y flexible, ataba un clip desenredado y una lombriz que previamente había cazado en la húmeda tierra de un helecho. Parecía mentira, pero siempre conseguía pescar alguna cosa y luego la liberaba. Se acordó del padre Thomas en las aburridas misas, su benevolente expresión y como siempre andaba rodeado de niños jugando con ellos como si fuera uno más…

Thomas…
…era verdaderamente como un santo de verdad y entonces, se acordó de la historia que le había contado sobre la cruz de Santiago al ver su medalla y de Gabriel…
“¡Gabriel!” Gritó por dentro pero su voz no se escuchaba. Él le había dicho que nunca le abandonaría y pese a ser un ángel y su maestro ahora no estaba con él. Sintió como una inmensa sensación de abandono y soledad le hizo tener miedo.
“¡Y si me quedo así para siempre!”
Y le entró un inmenso agobio y desesperación… y notó encogerse su estómago. Tenía ganas de llorar y sin embargo no podía tampoco hacerlo.
“Prefiero morirme antes de permanecer así”
Y entonces se acordó de lo que le dijo Gabriel:

“Si el miedo atenaza tu espíritu. Sientes una enorme desesperación y te encuentras en una situación terrible. Recuerda que no debes perder la fe y si ésta te falla recuerda que Miguel está contigo dándote la confianza, fuerza y valor necesarias para afrontar todos los males y desavenencias en las que te encuentres. Llámale y él te asistirá con su presencia y poder.”
“Miguel… Miguel… ¡Miguel!” Gritó con todas sus fuerzas. No recibió respuesta pero insistió en su invocación hasta que frente a él la oscuridad había cesado y una llama azulada le iluminó de lleno. Supo que era a quien estaba llamando y se llenó de consuelo.

- Cuánto has tardado en llamarme, Santiago…- Le dijo la llama azul que se convirtió en Mario. Estaba de brazos cruzados y con una ceja levantada, en expresión inquisidora.- No puedo entrar en tu espíritu si tú no me permites que lo haga, recuérdalo siempre.-Después sonrió benevolente– Está bien.- Le dijo.- Debes despertar, pero para eso debes saber algo…, algo que nadie te puede enseñar salvo tú mismo. No requiere de entrenamiento, pero sí de un enorme esfuerzo y fe de tu parte.
- El qué.- Dijo el chico.
- Es la técnica de la SALVACIÓN. Ésta permite despertar tu cuerpo a partir de tu alma y conciencia. Acumula toda tu energía y la hace crecer con inmensidad indescriptible; pero al finalizar su efecto habrás agotado todas tus fuerzas y bajado todas tus defensas, hasta el punto de que vas a caer otra vez y tal vez no despiertes.

Santiago vaciló
- Dime Santiago…- Le decía Miguel.- ¿Quieres despertar o prefieres quedarte así? Si no quieres seguirá invadiendo el mal a esas almas inocentes y la Misión que te encomendé conmigo fracasará.- Santiago miraba la luz. No podía permitirlo. No podía permitir que las personas estuvieran en peligro y supo que algo estaba claro: Mejor actuar y despertar que seguir en esa oscuridad.- ¿Quieres despertar?- Volvió a decirle Miguel.
- Sí- Dijo Santiago.
- Entonces intenta que tu intención se convierta en acto y ¡¡Levántate!!
De un fuerte impulso el tronco de Santiago se levantó. Sus ojos podían ver sus manos y a su lado vio a Valentín que tenía a una enfermera aprisionada por las manos. Ésta estaba intentando desconectar el respirador artificial de Thomas y el de Santiago. Tenía venas azuladas en sus sienes y los ojos teñidos de amarillo. Sacó un kunai dispuesta a clavárselo a traición en el hígado a su compañero.
- ¡Apártate gafotas!- Dijo Santiago arrancándose la mascarilla de oxígeno y abalanzándose sobre la enfermera.
Valentín cayó de espaldas sobre Thomas anonadado de lo que estaba viendo ante sus ojos. Santiago se había despertado brillando con un fulgor azul añil muy hermoso y no dos sino Cuatro amplias alas se extendía a lo largo de su espalda. Eran muy grandes llegaba a cada esquina del habitáculo. Los ojos de Santiago brillaban intensamente siendo tan solo dos destellos azules muy claros prácticamente blancos. La enfermera a quien le salieron dos alas de murciélago de la espalda parecía deformarse cada vez más, hasta que su joven y bello rostro se convirtió en una arrugada y cadavérica cara de amarillo macilento.
-Santiago es otro ángel…- Se dijo Valentín sin dar crédito.- Ahora entiendo porque sabía mi nombre en el cine. Si mal no recuerdo había un tercero… ¿quién era?- Dijo pensativo… y miró a Thomas. Entonces comprendió porque el beduino se refirió también a Thomas, él debía ser el tercero. Le miró mientras escuchaba la batalla de la habitación.
- Sácalo de aquí, Valentín.- Exclamó Santiago.- Debes protegerle a toda costa.
Valentín estaba confuso cómo iba a sacar a Thomas de allí. Si le desconectaba le habría matado definitivamente. No podía hacer nada.
- La señal…- Le dijo Santiago quien tenía los brazos de la enfermera aferrados a su cuello fuertemente, dispuestos para rompérselo.- Debes curarle…
Valentín se remangó la camisa del brazo izquierdo cuya señal brillaba extraordinariamente, se preguntaba que debía hacer con ella, absolutamente asustado porque no entendía nada. Cuando la rival de Miguel descubrió la señal gruñó y sacudió a Santiago con todas sus fuerzas tirándolo por la ventana para abalanzarse a arrancar a mordiscos el brazo de Valentín que guardaba la curación del arcángel de la Anunciación. Hincó sus dientes en el brazo de Valentín, quien emitió un grito de dolor indescriptible.
Miguel clavó su espada en la nuca del demonio y éste cayó al suelo arrastrándose hasta la ventana. Saltó por ella mal herida, mencionando a Pruslas pero al tocar el suelo, su cuerpo recuperó su forma original, quedando tan solo una bella mujer moribunda en él.
Miguel, ya no Santiago en ese momento, miró a Valentín sentado sobre el suelo abrazando su brazo sangriento. Acercándose al chico, se puso de cuclillas frente a él sonriendo benevolentemente y le tomó el brazo con delicadeza.
- Los chicos no lloran, gafotas.- Le dijo.- Tranquilo, no vas a perder tu brazo, mira bien tu piel, y comprobarás como cicatriza velozmente.
Valentín miró su brazo efectivamente las marcas de los dientes se estaban cerrando.
- Antes que nada. Vierte un poco de tu medicina divina en el padre Thomas, y encontrarás las respuestas que buscas.
Valentín se levantó y unas gotas de sangre cayeron sobre la frente del sacerdote, pero antes de mancharle se convirtieron en transparentes y limpias gotas de agua con resplandor esmeralda.
- Sin miedo impón tus manos en su cabeza y remedia el mal que lo mantiene en coma.
Valentín hizo aquello y sintió una fuerza absorbente al hacerlo. La imagen del organismo del sacerdote se implantó en su mente como si mirara a través de un tac y distinguió el veneno de Pruslas recorriendo la sangre de Thomas como un microscopio. Sus gotas exterminaban dichos males y mientras Thomas despertaba, Valentín caía exhausto sobre la cama.
- La primera experiencia espiritual es agotadora.- Dijo Miguel cuando vio a Thomas irguiéndose en la cama.- Cuida del chico, mi buen amigo, yo he de ayudar a Mijots.
- Ve.- Dijo Thomas.
Miguel emprendió el vuelo saliendo por la ventana.

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