CAPÍTULO 20: Ángel de la traición








Los tres Arcángeles y Valentín se miraban a los ojos. No podían ocultar ni Mijots ni Thomas su enorme preocupación. Valentín intervino y dirigiéndose a Thomas le volvió a decir.
- Creo que me he perdido. ¿Qué son los 7 pecados capitales y eso de antagonistas a nosotros?
- Valentín, ¿Has dado religión alguna vez?- Le preguntó Mijots.
- Sí
- ¿Y recuerdas cuáles eran los 7 Pecados Capitales?
- A ver…- Dijo el chico ajustándose las gafas.- Creo que eran gula…, pereza…, lujuria…- Valentín callo pensativo intentando recordar el resto pero desistió.- Y ya no me acuerdo de más.- Dijo poniéndose la mano en la nuca.
- Bueno no está mal me has dicho tres, algunos ni siquiera pueden decirte uno. Te han faltado cuatro que son: envidia, avaricia, soberbia e...
- Ira…- Dijo Santiago. Thomas le miró.
- Así es, Ira.- Dijo Mijots sonriente.
Valentín repitió los siete pecados capitales del tirón y prometió no volvérsele a olvidar.
- ¿Y qué tienen que ver los 7 pecados capitales con nosotros?- Dijo Santiago.
- Está bien, lo explicaré como buenamente pueda, para que lo entendáis los dos.- Dijo Thomas.
El sacerdote elevó sus manos y salió de ellas una energía rosácea como su aura, que rodeó la cripta y a los personajes en la oscuridad.
Ante ellos apareció la Tierra rotando sobre sí misma en medio del espacio y alrededor de ella pudieron apreciar unos 9 anillos, como las propias órbitas del planeta. Mientras la voz de Gabriel les hablaba así:

>El mundo que conocemos está repleto de dimensiones que se acumulan en dos principalmente. La dimensión terrenal o real, que es la que podemos contemplar mientras habitamos en este planeta y tenemos cuerpo; y la dimensión espiritual; aquella que nada más nosotros los ángeles somos capaces de percibir.

Entre la dimensión terrenal y la espiritual hay una tercera dimensión, esta es la de transición. Como ya te he explicado, Santiago; la dimensión de transición, la habitamos los Arcángeles. Nosotros, como los mensajeros del cielo, somos los únicos a quienes se les permite volar entre la dimensión real y espiritual para dar nuestro mensaje a la persona que se nos indique.
La dimensión real ya la conocéis y la de transición también. La primera, es donde vivimos ahora. La de transición también la conocéis, en ésta, es donde se os ha revelado a los dos vuestra misión. No obstante, no conocéis la dimensión espiritual en su totalidad.
La dimensión espiritual está compuesta por unos 9 niveles que son los que he intentado mostraros como los anillos que rodean este planeta, pero lo cierto es que son aún más; tantas que tan ni siquiera nosotros somos capaces de describiros.
De esos nueve niveles los más importantes son los 7 últimos. Los 7 últimos que se abren hacia el universo están a su vez divididos por dos bandos.
Si pusiéramos la tierra en ángulo recto desde su eje al ecuador, en el polo norte de vuestro planeta podríamos explicaros que se extiende el Cielo y desde el polo sur os podemos decir que se extiende el infierno. Solo en ese momento, en el que el eje de la tierra y su ecuador forman ángulo recto, es cuando se pueden ver todas las dimensiones de este mundo con cierto orden y claridad. Es como si se tratara de una ventana o de la llave que abre la puerta a la totalidad de la creación.
El cielo y el infierno tienen 7 niveles. En el Cielo reciben el nombre de coros y en el infierno de grados: 7 arcángeles y 7 pecados capitales custodian cada una de las dimensiones de su correspondiente mundo espiritual. Así, por ejemplo, Miguel custodia el coro más cercano a la tierra con sus principados, después le siguen las Potestades y Uriel, Las virtudes y Saeltiel; las dominaciones y Rafael y así sucesivamente cada uno de nosotros con nuestra jerarquía de ángeles hasta la zona más alta de la dimensión espiritual. Es allí, la que solo habita el Creador y la inmensidad de su Misterio.
Opuesto al polo norte, en el polo Sur, encontramos el infierno; que como el Cielo, tiene siete grados y cada uno de esos grados lo vigila uno de los capitales o caídos más indignos y poderosos. Astaroth, como Miguel en el cielo, es el que se encuentra en el grado más cercano a la tierra. El general capital, es como le llaman todos los caídos que se sometieron a su mando; entre ellos, Aamon y Pruslas a quienes hemos vencido ya.<

La oscuridad de disipó Valentín y Santiago abrieron los ojos como si despertaran de un sueño o letargo. Sobre sus cabezas Thomas había posado sus manos y con sus técnicas había producido las imágenes en las mentes de los chicos.
- Los 7 capitales son los caídos más peligrosos y poderosos de todo el mundo espiritual. Son temibles, no sienten piedad ni amor por nadie excepto por sí mismos y sus caprichos. Se divierten jugando con los espíritus frágiles de los hombres porque no los consideran dignos de formar parte de este mundo. Así mismo les encanta hacerlos sufrir y manejarlos. Ellos saben que eso no es agrado nuestro y de nuestro Creador.
- Dices que los siete capitales son nuestros opuestos ¿qué quieres decir con eso?- Dijo Santiago.
- Cada uno de nosotros, los Arcángeles, hemos sido agraciados con virtudes y dones que debemos proteger. Son los únicos tesoros que no podemos perder para que este mundo funcione de forma armoniosa y que los hombres al conocerlas se esfuercen para cumplirlas y así sentirse más felices. Los capitales, tienen en sus manos las armas necesarias capaces de destruir esas virtudes en los hombres y alejarlos cada vez más de nosotros y su felicidad plena. Debemos impedir que caigan, por eso el Creador nos hizo sus guardianes y custodiamos sus almas para que no se corrompan como la de los demonios.
- ¿Quién es mi opuesto?- Dijo Santiago.- ¡Quiero saberlo ahora mismo y lo destruiré!
- Ten cuidado Santiago. –Dijo Thomas cerrando los ojos preocupado. - Te he dicho muchas veces que no te dejes dominar por la ira ni la desesperación. ¿Acaso todavía no entiendes por qué te insisto tanto?
- ¿Mi opuesto es la Ira?- Dijo Santiago.
- Así es de momento, pero cualquiera de nosotros podemos ser atacados por cualquiera de los capitales. - Contestó Thomas.
- ¿Y quién es el caído de la Ira?
- Al que llaman “general capital” y con quien llevamos luchando todo este tiempo.
- Astaroth…- Terminó diciendo Santiago.


La cúpula infernal del quinto grado era fría y oscura. El olor sofocante y horrible. Muy pocas criaturas eran capaces de resistir semejante tormento excepto los propios demonios que habían hecho de este grado su lugar de reunión. Por el momento no parecía haber nadie en la cúpula salvo el propio Astaroth.
Al cabo de un rato el general percibió una figura acercándose a él desde el fondo. En su mano portaba una antorcha que clavó en el suelo antes de tomar asiento en una roca. Apoyó su sien en los nudillos de sus manos y asomó una perversa sonrisa mientras miraba a Astaroth. El general se sintió burlado y espetó:
- ¡¿Dónde están el resto de los capitales?!
- Simplemente no están.- Dijo el individuo sin borrar su sonrisa.
- ¡Bufón estúpido! Dijo tomándole del cuello y alzándolo. ¿Qué significa esto?
- Primero, no soy bufón; segundo, no soy estúpido; tercero; tengo un nombre. Así que si no has perdido tus modales, utilízalos.
El sujeto posó sus manos en las muñecas de Astaroth y le propició una descarga eléctrica que le obligó a soltarle.
- Mefistófeles juro que esta ofensa no quedará impune…- Dijo rabioso Astaroth.
- No sé a qué te refieres, no es ninguna ofensa. He mandado la nota a los demás capitales como a ti y ninguno ha venido. No es mi culpa. La mayoría han completado su transición o están en su última fase. Si quieres hallarlos me parece que tendrás que completar la tuya también y ascender a la Tierra como ellos.
- ¡Es absurdo! Nadie puede completar su transición orgánica tan rápido.
- Eres un ignorante Astaroth. Estas hablando de demonios muy poderosos, que están por encima de ti. Aunque seas un capital no te puedes equiparar a un antiguo serafín o querubín. Aquellos tienen poderes mucho mayores a los tuyos que les permiten acelerar su proceso. Todos los demás capitales han deliberado desde la Tierra y me han hecho llegar este mensaje.
Entre los dos aparecieron cinco artilugios, cinco libélulas exactas a la que había perseguido a Astraroth y que tenían la firma de Barbatos. Cada una de ellas se abrió y proyectó un video donde aparecieron seis extraños sujetos. Astaroth los contempló con la barbilla baja y las mandíbulas tensas, eran los otros capitales. De izquierda a derecha podía distinguir los símbolos de Asmodeus, Belzebub, Belphegor, Leviatham y Mammon.
No obstante faltaba el sexto.
- Yo te diré lo que me ha comunicado el sexto. Como bien sabes, yo le represento porque no le agrada mucho dejarse ver.
El símbolo de Asmodeus comenzó a hablar socarronamente:
- Ya venías tardando gran general capital
- El viaje desde el primer grado aquí es largo.- Dijo el símbolo de Belzebub.- Has hecho un gran esfuerzo en venir, más teniendo en cuenta lo poco que te simpatizamos
- Un viaje que solo pensar en hacer me invita a quedarme para no hacerlo.- Dijo el símbolo de Belphegor.
- ¡Me has sacado de mis faenas terrenales y lo detesto!- Dijo autoritario Mammon.
- Hemos sabido de lo que ocurre en las inmediaciones del primer grado, aquél que está a tu cargo y los resultados han sido decepcionantes.- Dijo el símbolo de Leviatham.
Astaroth miró a los ojos a cada una de las proyecciones. Su ira era grande hacia los dueños de esos símbolos, por ningún momento hubiese querido formar parte de esa cúpula. Pero en cierto modo en su posición vería la posibilidad de considerarse mejor que ellos, pues tenía un gran ejército que hacía su voluntad y ellos nada más que sus caprichos, diversiones y anhelos. No veía en ninguno de ellos provecho alguno, pero en realidad todos buscaban lo mismo; Ser más poderosos que el otro y subir en el escalafón.
- Una buena fuente nuestra, dice que han perecido en batalla Aamon y Pruslas - Dijo Mefistófeles dirigiéndose a los demás.
- Es cierto, Aamon y Pruslas han regresado aquí. Eran unos incompetentes.- respondió Astaroth sin titubeos.
- Pues debieras tú responder por ellos porque tú los hiciste tuyos.- Dijo Belzebub.
- Sabéis que no voy a responder por ellos. – Dijo Astaroth.- Ya pueden matar a cuantas legiones deseen esos portadores que jamás llegarán a mí.
- ¡Astaroth!- Dijo Leviatham- Decidiste el primer grado justo para hacer lo que se te antojara con tu ira y odio, y aun así tus legiones no han sido capaces de sobrevivir a una batalla.
- ¿Quién eres tú para dirigirte a mí en ese tono?- Espetó el general.- ¡Yo no estoy bajo tus órdenes repugnante gusano!
- ¡El primer grado es fundamental para nuestra existencia!
- Para vuestra existencia, capitales, no para la mía. Yo tengo legiones y soldados dispuestos a luchar por mí. ¿vosotros qué tenéis?
- Has reconocido que tus coroneles murieron y sabemos que la causa de ello han sido los arcángeles.- Dijo payaso.- en ese caso ya tenemos decidido tu destino dragón de la ira.
- ¿Qué destino me vais a brindar vosotros imbéciles? Nadie puede destruir el fuego del que formo parte.
- Eso no es del todo cierto.- Dijo Asmodeus con una desagradable carcajada.- Tenemos el arma adecuada para ello.
Ante Astaroth se dejó ver Barbatos. Este recogió el artilugio que le había perseguido hasta allí con despotismo y le sonrió diciendo:
- Mi ingenioso artilugio ha surtido efecto. Solo necesitaba que me abrieras el paso, querido general, porque este grado me está restringido.
- Barbatos…- Dijo el general ardiéndole los ojos.- ¡Sabia que no me eras leal!
Astaroth propició una llamarada contra Barbatos. Mefistófeles se ocultó tras el tercer coronel, quien había interpuesto un escudo entre el ataque y él. Las llamas fueron absorbidas por el escudo y cuando desaparecieron Astaroth pudo distinguir la espada de fuego.
- ¿Cómo es posible?- Dijo lleno de rabia ante las carcajadas de los otro seis, Astaroth.- ¿Cómo has conseguido ese arma? Solo la puede portar uno de los arcángeles de nuestro enemigo.
- Digamos que ya no la necesita su dueño y la he tomado prestada.- Dijo Barbatos.- Como bien sabes nada puedes hacer con el fuego que la protege y ésta va a ser tu tumba Astaroth en los próximos milenios.
Barbatos calvó la espada en el suelo y ésta expandió sus llamas en torno al general formando una jaula donde quedó atrapado. El general la intentó atravesar pero su mano se fundió con el fuego emitiendo un potente grito de rabia.
- No puedes salir, Astaroth.- Dijo Mefistófeles con una sonrisa de triunfo.- Todos lo sabemos, el fuego que cubre esa espada es el único que puede devolverte a las penurias del infierno formando parte de sus llamas como en el comienzo.
- Malditos seáis caídos. ¡Os odio incluso más que a mi enemigo!- Astaroth intentó atravesar de nuevo las llamas y medio cuerpo desapareció entre ellas.
- Lo sabemos. Nunca nos fuiste de agrado.- Dijo Mefitófeles riendo malévolo.
- Ahora recibes tu castigo, Astaroth, por no haber protegido bien el primer grado.- Dijo Belzebub.
- Esta ha sido nuestra deliberación cuando Barbatos nos envió sus artilugios con todas las batallas gravadas y la incompetencia de tus deberes. – Dijo Leviatham.
- Por lo que ahora quedas desertado al infierno al que perteneces y será Barbatos ahora quien ocupe tu lugar.- Dijo Mammon.
- Con esa arma en sus manos estamos bien seguros que será invencible.- Dijo Mefistófeles.
- Que tengas un buen retorno al infierno Astaroth.- Terminó Asmodeus.
Astaroth volvió a intentar salir de la jaula con un grito ensordecedor de rabia. Su cuerpo continuó consumiéndose.
- Juro que regresaré estúpidos capitales.- Dijo Astaroth.-Y cuando regrese no habrá piedad para nadie. Todo será extinguido incluyéndoos a vosotros. Junto a los arcángeles quedaréis para siempre destruidos. Y mi ira no podrá aplacarse. Esa será mi venganza por esta humillación y traición.

Astaroth desapreció finalmente carcajeando. El fuego quedó extinguido y tan solo una gran roca ocupó su lugar. En ella apareció el símbolo de Astaroth y el lamento de un lobo que arañó la piedra de su dueño intentando liberarle inútilmente.
Barbatos y Mefistófeles miraron la mascota de Astaroth que le había seguido hasta allí.
- ¡Estúpido perro!- Dijo Barbatos.- Creía que te había matado antes de venir aquí.
El lobo se lanzó al cuello de Barbatos y éste, forcejeando, le clavó una navaja. Con una patada lo estrechó contra la roca que sellaba a Astaroth. Pese a que el animal intentó volver a atacar estaba muy mal herido y no podía levantarse. Mefistófeles le encadenó a la roca riendo.
- Si tanto quieres a tu amo muere junto a él pulgoso y rabioso can.
El lobo no podía contener su furia y con todas sus fuerzas continuó intentando vengar a su amo pero la cadena de pinchos le tiraba y se le clavaba en el cuello.
Mefistófeles y Barbatos dejaron solo al animal ladrando y aullando encadenado, esperando su muerte.



En la cripta permanecía Thomas sentado en el centro de ella sobre el mundo que se encontraba en el centro del mosaico. Tenía los ojos cerrados y gracias a su enorme poder había conseguido averiguar todo cuanto había pasado en la cúpula.
Santiago se encontraba a su derecha en frente de la estatua de Miguel. Mijots y Valentín a la izquierda, en frente de la estatua de Rafael expectantes y en silencio a saber lo que Thomas podía decirles.
Finalmente éste abrió los ojos.
- Y bien, Thomas ¿qué has visto?- Le preguntó Mijots.
- Si hay algo que caracteriza al infierno es que no tiene jerarquía y nadie se somete a lo que le mande el otro. Ese caos ahora se ha materializado y ahora Astaroth ha sellado su venganza contra los que le han encerrado.
- ¿Qué quiere decir eso?- Dijo Valentín.
- Barbatos ha traicionado a Astaroth y con la espada de fuego y el apoyo de los capitales le ha devuelto al infierno.
- ¿Pero cómo es eso posible? Nadie puede portar la espada de fuego salvo el propio Uriel.- Dijo Mijots.- ¡Oh! esto es una terrible amenaza para nosotros.
- No comprendo cómo Barbatos ha conseguido la espada. Es imposible que Uriel se la haya entregado.- Dijo Thomas poniéndose de pie.- Por más que intento averiguarlo no lo concibo.
- A no ser que Uriel haya sido destruido…- Dijo Santiago.
- ¡Imposible!- los ángeles no mueren ¿verdad Mijots?- Dijo Valentín.
- Eso es cierto, Valentín.- Dijo Mijots.- pero no me parece descabellada la idea de que Uriel tal vez haya sido arrojado al infierno con su propia arma por alguien.
- No… Uriel es un gran luchador, por eso se le entregó como a Miguel otra espada. – Dijo Thomas llevándose la mano a la frente preocupado.
- ¿Entonces hay dos espadas?- Dijo Santiago.- ¿Por qué no me lo dijiste Thomas?
- Calma chico.- Dijo Mijots poniéndole la mano en el hombro.- Si no se te dijo es porque es primordial que sea un secreto entre ángeles. La existencia de una segunda espada es como un refuerzo para Miguel y solo está permitido usarla de forma excepcional, por eso se mantiene oculta en aquel Arcángel más escondido y protegido que existe, que es Uriel.
- ¡Yo también soy un ángel!- Exclamó Santiago.
- Santiago…- Dijo Thomas.- ya tranquilízate ¿quieres? No te lo dije porque no era necesario decírtelo.- El sacerdote se llevó las manos a las sienes en silencio.
- ¿Y ahora qué hace?- Dijo Valentín a Mijots.
- Está intentando localizar a Uriel…
Después de unos minutos Thomas alejó las manos de sus sienes.
- No le encuentro. No consigo detectar su aura ni su espíritu. ¡Oh Uriel! ¿Qué ha pasado contigo?- Respiró profundamente.- Debemos ser precavidos ahora. Hasta que no averigüe que ha pasado exactamente con Uriel, es mejor centrarnos en que ahora hemos perdido un enemigo, pero hemos ganado otro mucho peor.

Continuó el sacerdote diciendo:
- Amigos míos ahora comienza una nueva etapa en esta lucha. No debemos apartarnos de nuestra misión. Ahora más que nunca debemos persistir en ella. Con este giro de normas los caídos son más peligrosos aún, ahora no tienen límites para hacerse los más poderosos. Presiento que se encrudecerá la batalla y tendremos más bandos a los que enfrentarnos.
- Es inexorable ahora encontrar a los arcángeles que faltan y despertarlos lo antes posible. Debemos buscar también a Uriel o averiguar qué ha pasado con él. Será mejor que empecemos cuanto antes a entrenar Valentín.- dijo levantándose Mijots.
- ¡Estoy Listo!- Dijo él entusiasmado.

Los dos salieron de la cripta.


Solos en la cripta se encontraron Thomas y Santiago. El primero echó a andar hacia la estatua de Miguel y la llama azulada de su sagrario. Acarició la base del pedestal donde se encontraba el hueco de la cruz que portaba Santiago en su cuello.
- Sé que te has comunicado con Miguel. Lo que él te haya dicho es solo asunto vuestro pero he de saber, Santiago, si tu predisposición es la misma que al principio o ha cambiado.
- Ha cambiado.- Dijo el chico.
- Entonces déjame esa cruz que portas y se quedará aquí guardada hasta que llegue alguien que realmente quiera soportar su peso y su responsabilidad.
- ¿Y qué haréis Rafael y tú?
- Entre los dos intentaremos retener a los caídos, continuaremos buscando al resto de los portadores, intentaremos descifrar qué ha pasado con Uriel; hasta que llegue el auténtico Miguel.
Thomas extendió la mano para recibir la medalla. Santiago la apretó con fuerza con su mano. En su mente volvió a escuchar la voz de Miguel que le decía:

“Tuya es la elección. Seguir conmigo o no seguir.”

Se quitó la medalla y sin entender por qué, fue como si sintiera que le arrancarán el corazón con ella. Estaba confuso y un gran peso había en su alma.
¿Era acaso peor retirarse a un lado que seguir luchando?¿Serían capaces Mijots, Valentín y Thomas de luchar solos contra legiones de demonios? ¿Cuántos años podían pasar hasta que apareciera el nuevo portador? ¿Cuantas almas más podrían seguir sufriendo hasta entonces?
- ¿A qué estas esperando?- Le dijo Thomas.- ¿Cómo es que tienes tantas dudas también en devolverme esa medalla?
Las preguntas siguieron inundando la mente de Santiago como un dilema indescifrable y el peso ante ellas era cada vez más insoportable. ¿Qué pasará cuando a la hora de la verdad él tuviera que responder de todas esas almas y de su falta de valor para protegerlas?
Encogió nuevamente el brazo, mirando a Thomas con la mirada fija, volvió a ponerse la medalla sobre su cuello.
No quería seguir con esa guerra, pero una vez había conocido todo lo que conllevaba, no podía echarse atrás.
Thomas posó sus manos en los hombros de Santiago.
- El camino del bien no es un camino fácil, pero tú has decidido volver a recoger tu cruz y seguir adelante. Ahora comprendo un poco mejor porque te eligió Miguel.
Finalizó el sacerdote con una benevolente sonrisa diciendo así:

“Te lo aseguro, todo este sufrimiento que estas soportando ahora, te hará grande.”

Santiago guardó esas palabras en su corazón en silencio. Esperando algún día poder entenderlas, pero, sin embargo, pareció encontrarse más tranquilo que cuando pretendía devolver la medalla a su mentor.


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