CAPÍTULO 29: Aliados. Tercera parte



Los nueve dioses menores estaban en ese instante completamente anulados. Sus sentimientos de impotencia llegaron hasta el corazón de la diosa de la sabiduría que paró en seco su carrera. Celesta y Niké pararon igual y miraron a Atenea extrañadas.
La hija de Metis se puso en posición orante. Cerró sus ojos de largas y espesas pestañas, que brillaban de encanto. Su gentil y cálido cosmos emanó de su hermosa figura. La égida de Palante de oro brilló con tanta potencia que parecía hacerse invisible en su resplandeciente silueta. Su hermoso casco de oro y penacho de amatista se fundió con la luz de sus divinos poderes.
— ¿Qué haces Atenea? —protestó Celesta dispuesta a zarandearla. Niké la detuvo
— ¡Espera Celesta! Deja a la diosa la guerra hacer su trabajo.
— ¿Su trabajo…?
Celesta miraba a Atenea hipnotizada. Nunca había visto criatura tan hermosa como ella y cosmos tan protector e intenso. Se expandió éste un poco más a la vez que Atenea abría sus ojos que brillaban como esmeraldas.
—¡Bría, Cratos y Zelo! Os envío directamente a que ayudéis a mi padre y sus hermanos al Tártaro. Mis burbujas os protegerán y os permitirán atravesar cualquier obstáculo hasta que lleguéis a vuestro destino. ¡Volad veloces, y destruir a los Titanes!
Las tres esferas desaparecieron a velocidad indescriptible.
— ¡Niké! Ve tú también. — dijo Atenea centrando su mirada en la alada.
— ¡Ni hablar! No me voy de tu lado. Lucharemos juntas como en los viejos tiempos. — Atenea asomó una preciosa sonrisa de bondad y agradecimiento. — Vas a ayudar a Hipnos y los demás ¿verdad? — Atenea asintió
— Me estoy intentando poner en contacto mental con ellos para prestarles mi poder, pero mi voz tiene que alzarse alta y potente con mi cosmos si pretendo que la oigan. Las furias han anulado sus habilidades por completo.
— ¡Vamos Atenea! Yo te ayudaré a alcanzarles más fácilmente.
Niké se puso a su lado y sentándose sobre su hombro, posó su mano en la sien de Atenea, iluminándose con ella. El cosmos se dirigió directamente hacia las puertas del Tártaro proyectando su hermosa luz en los dioses. Celesta atónita seguía todos aquellos acontecimientos extraordinarios.
A la primera que alcanzó el poder y voz de Atenea fue a Alecto. Su esplendor la dejó deslumbrada, perdiendo el control sobre su cosmos y su técnica. Ésta se debilitó por un tiempo.
— Hipnos, Oneiros y Morfeo…— comenzó a decir Atenea. Los tres dioses, impregnados por su hermoso cosmos reaccionaron. — recibid mi Técnica de DOGMA DE PAZ. ¡Morfeo y Oneiros! Bajad vuestros puños ante vuestro padre, quien os trajo al mundo y os enseñó cuanto sabéis. Luchad y despertar vuestro honor con el mío y el que profesáis a Hades. Uniremos vuestros ataques para vencer a Alecto.
Cuando terminó de hablar Atenea los dioses se sintieron alentados y seguros, acrecentando cosmos y fuerzas, comenzaron a vencer la técnica de Alecto. Los tatuajes que los mantenían atados a la voluntad de la erinia, desaparecieron, y, libres, se dispusieron a atacar a la mayor de las furias. Alecto aún estaba anulada por la luz de Atenea. Tan ciega estaba, que no sabía adonde habían ido los hilos que la permitían dominar la voluntad de Oneiros y Morfeo.
En segundo lugar, alcanzaba la voz de la diosa de la guerra a los dioses torturados por Tisífone. A la erinia le pasó lo mismo que a Alecto, puesto que le había cegado la luz de Atenea, ya no podía conducir bien las serpientes de sus cabellos, que flagelaban a los tres dioses. Además, era tan ardiente la luz, que sentía quemarse su cuerpo.
—Dios de la muerte, y dioses Icalos y Phobetor, sed protegidos por mi ESCUDO DE JUSTICIA Devolverá los golpes a Tisífone y purificará su maldad. Vosotros seréis reconfortados por su luz, para que mandéis a la condenadora de la violencia al limbo del que proviene.
Sobre los tres dioses apareció el dibujo redondo del sello que se encontraba en el escudo de Atenea. Colocándose éste entre ellos y Tisífone, las serpientes azotadoras retrocedían y eran sesgadas por su filo dorado volviéndose contra Tisífone, quien sin comprender lo que ocurría, recibía latigazos más ardientes que los que ella propiciaba. Tal dolor sentía, que pensaba que se convertiría en cenizas.
Tánatos, Icalos y Phobetor contemplaban asombrados como sus fuerzas se recuperaban y las heridas de sus miembros dejaban de doler y sangrar, dándoles la última oportunidad para eliminar a Tisífone.
Por último, Atenea se dirigió a los dioses empalados por Megara. La erinia sintió como la luz del cosmos de la hija de Metis, caía con todo su peso sobre ella, haciéndola tragarse el polvo de la puerta del Tártaro. Incapaz de moverse, como si una pesada y enorme piedra la aplastara y la hundiera contra el suelo, intentó valerse de todas sus fuerzas para levantarse.
— Recibid mi aliento Pánico, Pena y Phantasos, que Megara no hunda vuestra confianza para vencerla. Sabed con certeza que lo conseguiréis. Vuestro ataque es infalible y esas estacas se quiebran ante vuestro poderoso cosmos.
Tal como decía Atenea el cosmos de los tres dioses, acrecentado por la luz de la diosa de la guerra, aumentó. Su fuerza era tal que quebraron las estacas en las que se habían convertido las uñas de Medea. Completamente henchidos de ánimo y seguridad, determinaron que aquel sería el último golpe que propiciarían a Megara. Poniendo fin así al asalto.
Recogiéndose el cosmos de Atenea, este retornó a su dueña y señora con la misma velocidad con la que había desplegado. La luz se esfumó en el instante que Niké se elevó en el aire. Atenea ladeó en ese momento hacia el suelo, los rápidos reflejos de Celesta evitaron que se estampara contra la tierra y la sostuvo hasta que Atenea volvió a sentir sus piernas fuertes.
— Se nos acaba el tiempo, Atenea. — dijo Celesta. —debemos correr a buscar a mi señor y a tu familia antes de que se extingan tus fuerzas por completo. Debilitada solo en espíritu no puedes dar el 100 % de ti en la lucha y a eso se suma que no podemos dejar que el rigor mortis aparezca en tu cuerpo.
— ¡Sí Celesta! Démonos prisa. No te preocupes por mí. Como bien has dicho si no me encontrara en el Hades, sería mucho más poderosa y resistente. Hasta que no devolvamos a Cronos y los demás a sus celdas, no hay lugar para lamentos y quejas.
Las tres diosas volvieron a emprender el camino velozmente mientras seguían su conversación.
— Si has demostrado semejante poder aquí, sin cuerpo y tiempo ¿Cuánto poder podrás desplegar en la superficie y en el Olimpo? — dijo Celesta a Atenea.
— Mucho. — contestó la paladia. — tú no la has visto hacer nada todavía, Celesta. Cuando Atenea lucha, es verdaderamente buena, más que Ares. Tenías que haberla visto en la Titanomaquía. Seguramente cambiaría mucho tu perspectiva.
— Niké, ¡Cuánto te echado de menos, querida amiga! — dijo Atenea sonriente. — Esta batalla a tu lado se me hará demasiado corta… pero prefiero que sigas al lado de Heracles. Es un noble caballero.
— Y bastante apuesto… — dijo Celesta. — tuve la oportunidad de conocerlo cuando tuvimos el pequeño encontronazo con aquel rey tan altanero… ¡Sísifo se llamaba!
Niké sintió como se le sonrojaban las mejillas. Atenea soltó una suave risa.


Hades retenía con fuerza a Críos en su mortal abrazo, inmovilizándolo mientras el cosmos del titán era absorbido por el de la técnica del escorpión.
— Antares…- Comenzó a decir el Olímpico.- Dicen que una estrella de semejante tamaño justo antes de extinguirse absorbe todo a su alrededor. Antares es la estrella más grande de nuestro Sistema. Ahora entiendes porque yo puedo manejar semejante poder, Críos.
— Si semejante poder puede retenerme. No lo dudes, Hades, toda energía tiene un límite y esa energía es posible interrumpirla o hacerla estallar.
Diciendo esto, Críos emitió un grito continuo y pronunciado para expandir su titánica energía. Su objetivo era sobre cargar a su enemigo hasta que Hades fuera incapaz de retener la energía robada en su cuerpo. El hijo de Cronos intentó contenerla, pero la explosión era intensa y dolorosa incluso para él. Su cuerpo comenzó a resentirse igual que un globo demasiado hinchado. Debía separarse de él o reventaría.
Arrojado por la onda del cosmos de Críos, Hades con pies y manos se enganchó como hace un gato a la rama de un árbol para no caerse. El enganche era desesperado, pero debía detener la fuerza de desplazamiento e impedir una aparatosa colisión con las paredes, que probablemente le harían atravesarlas. Su ahínco tuvo resultado. Con talones enterrados sacó sus manos de la roca. El trayecto había dejado tres surcos profundos en el suelo como si acabaran de arar la tierra. Sus dedos estaban ensangrentados, las uñas se retractaron; milagrosamente su solidez de hierro, había impedido que se hicieran trizas.
Críos rio malévolamente, su pecho estaba lleno de heridas que hacían que su sangre oscura emanara abundante. Parecía un colador. Hades levantó su mirada hacia el enemigo. Tenía el ceño tan fruncido que sus cejas parecieron unidas en el centro. El globo ocular blanco e inmaculado era ensuciado por las venas rojas de su interior. El sudor caía abundante por su cuello y sienes. Los hombros estaban también humedecidos y mezclados con el polvo de la roca granítica de la cueva. El flequillo totalmente adherido a su amplia frente. El esfuerzo había sido brutal y la presión de su pecho era intensa, obligándole a respirar el aire a bocanadas. El irónico tono de voz de Críos resonó en sus tímpanos de manera irritante.
—¿Estás cansado, Hades? Muy presuntuoso ha sido por tu parte retener la energía de un titán. ¿Acaso no sabes que nuestra energía es equiparable a nuestro nombre? Nos llamamos titanes porque somos enormemente poderosos. Nosotros fuimos el origen de todo. No puedes comparar una piedra con una montaña.
Hades le miraba en silencio. Críos tenía razón, el olímpico había absorbido tanta energía, qué si ésta no era liberada pronto, le saturaría y le harían caer en la batalla. Moriría justo como un pez que ha sido demasiado alimentado. Se llevó la mano a su pecho. La armadura más que protegerle en ese momento, le estaba apretando demasiado. Se sentía asfixiado, pero todo eso era causa de la absorción de demasiada energía. Si se quitaba la armadura expondría su vulnerabilidad, pero parecía no haber más remedio que hacerlo si quería seguir luchando.
Críos recuperó su guadaña gigantesca. La agitó maestramente mientras se aproximaba al inmóvil Hades.
— Te daré una muerte digna...— Comenzó a decir— Al fin y al cabo, has luchado con honor y persistencia.
Antes de que la hoja de la guadaña sesgara el cuello del hijo de Rea, unas llamas moradas rodearon el cuerpo de Hades. El humo se metió en los ojos de Críos provocándole un enorme escozor. Una luz brillante vino a ponerse frente a Hades. Desapareció dejando ver a su polizón.
— Hades estúpido, ¿para qué tienes un casco de invisibilidad si no lo usas? Sácale ventaja a ese atributo tan valioso. ¡Ah! Siempre tan íntegro. A veces me irritas.
— ¡Zelo! — dijo con voz afónica Hades.
— Así es. Ya estamos mis hermanos aquí para prestaros nuestro poder.
— ¿Quién…? — Hades se dobló de dolor. Sintió un calambre recorrer todo su cuerpo desde el pecho.
— ¡Rápido! Libera esa energía o no lo soportarás. Ya te están dando infartos por su culpa. Mi fuego no dura para siempre ¿sabes?
Cayendo al suelo de espaldas, la coraza de Hades se abrió como el caparazón de una ostra. Descubriendo el pecho pálido del dios. Estaba completamente tenso. Los músculos estaban extremadamente hinchados y justo en el centro, una ráfaga roja oscura palpitante parecía crecer.
— ¡Por todos los dioses, Hades! ¡Mira como tienes el corazón! Está a punto de reventar.
Hades se revolcó hacía un lado para distinguir a Críos entre la cortina de humo y llamas moradas. El titán tosía como si inhalara veneno. La zona que rodeaba sus ojos estaba teñida del mismo color.
— Gracias Zelo…
Diciendo esto el casco de Hades se cerró sobre su rostro y desapareció de la vista. Se acababa de hacer invisible. Asentó varios golpes al titán gracias a la DANZA EXCALIBUR, protegido de que sus movimientos le revelaran. Críos embestía con la guadaña torpemente, pues el humo y las llamas lo habían cegado por completo. Sentía los cortes profundos que le eran provocados en su piel, hasta el punto de salpicar su sangre oscura todo a su alrededor. La red creada por Hades, inmovilizó completamente al titán y su temible arma.
Hades paró de moverse en ese momento. Gracias a su técnica la energía que había acumulado había sido liberada en sus golpes y la presión de su pecho era más ligera. Miró su pecho, su corazón se seguía trasparentando por la mancha oscura en su pecho, pero ya no sentía que le iba a estallar. Posando su mano en sus pectorales, aliviado, su mirada atravesó al titán de manera determinada. Justo como hace un lobo antes de hincar el diente a su presa. Críos sintió la energía que era desplegada por esa mirada, y sintió temor.
— Este es tu final, Críos. — Dijo Hades con voz profunda que retumbaba en la cabeza del titán.
Con la elegancia de un cisne, Hades desplazó su mano derecha hacia atrás para esconderla en su esbelto tronco. La mano izquierda se alzó como un ala por encima de su cabeza, mientras su mirada escaneaba el cuerpo de Críos, para detectar los puntos vitales del titán. El escorpión se dibujó claramente en la maltrecha figura del uranio. La uña creció en el índice de su mano derecha. El aguijón estaba completamente relleno de veneno, para clavarse en su oponente.
En ese momento Críos actuó lo más rápido que puedo. La hoja de su guadaña apuntaba a su cuerpo. Era la hora de jugar su última carta. Debía atravesarse para desatar le SHOSIKEN. Aquello rompería la red que lo atrapaba y le daba la oportunidad de terminar con Hades de una vez.
— Pobre cretino… - dijo Hades asomando su más ácida y escalofriante sonrisa. Imposible de creer en alguien como él — Es ya demasiado tarde para eso.
El dios del inframundo se lanzó a por Críos con la uña liberando otra enorme cantidad de poder acumulado. La técnica de Críos había roto la red, pero antes de poder llegar a Hades, éste ya le había asentado los quince golpes en su cuerpo. Quince golpes inclementes, que por la densidad del poder que portaban, ardían como el mismo fuego.
Zelo levantó los puños entusiasmado. Críos ya había sido vencido por falta de reflejos y velocidad. La absorción de Hades efectivamente le habían debilitado más de lo que imaginaba.
El Titán cayó de rodillas. Miraba en shock como sangraba sin cesar su cuerpo. Le quemaban tanto los órganos vitales que sentía convertirse en cenizas su interior.
Hades dejó de ser invisible en ese momento. Se giró hacía Críos mientras miraba los regueros de los quince golpes que le acaba de asentar. Era perfectamente consciente del dolor que debía tener en ese momento el titán. Su AGUJA ESCARLATA ARDIENTE era temible para cualquier inmortal. Determinó terminar con aquella batalla tan larga en ese mismo momento. Su cosmos rojo oscuro se expandió y se convirtió en varios rayos flexibles, que danzaban y serpenteaban caprichosos. Hizo el movimiento para preparar el golpe de gracia ANTARES. Su rostro transmitía una profunda concentración y mantuvo un respetuoso silencio. Era su manera de honrar a su rival nuevamente derrotado.
Cuando se lanzó el olímpico, dio tiempo a Críos para girarse y cruzar una última mirada con su asesino. El SHONSIKEN le había ayudado a recuperar su vista en ese momento, pero incapaz de seguir la velocidad de Hades, sintió su cuerpo derrumbarse en el suelo finalmente y su vista nublarse.
Hades escuchó el sordo sonido de Críos, que había caído boca abajo sobre el frío granito, en medio de un charco de sangre oscura. Los hilos de su cosmos rojo oscuro, se trenzaron en sólidas cadenas ardientes. El dios del inframundo las tomó para controlar los movimientos que hacían. Agitándolas, las lanzó en contra del cuerpo de Críos. El titán se quedó preso de ellas y alzado en el aire. Los extremos de las cadenas se engancharon a las paredes, mientras el fuego líquido que botaba del interior de Críos circulaba de manera continua. Solo quejumbrosos gemidos se oían en el titán.
— ¿Te he dicho lo increíble que son tus poderes ya? — dijo Zelo, quien agitando sus oscuras alas se acercó a Hades sonriendo con orgullo. Hades contemplaba que su técnica de ENCADENAMIENTO funcionaba correctamente.
— Así fue como lo hice con Astrea. Está claro que es el método más fiable.
Hades miró de reojo a Zelo. El paladio, cuando sintió la poderosa mirada del olímpico centrada en él, fue incapaz de describir lo que sintió al verle. La figura de Hades aún sucia, sudada y herida, era imponente. Los cabellos azabaches le caían espesos y hermosos por su pálida piel, cuando el dios se quitó el casco. Enterrando sus dedos en el flequillo, echó hacia atrás el pelo para que su frente respirara mejor. Apoyando el casco sobre su cadera, comprobó que su corazón había vuelto a la normalidad.
— Vamos paladio de la envidia y la desconfianza. Todavía nos queda el peor de los enemigos… Cronos nos espera en su celda.
Diciendo esto, Hades caminó para recoger su coraza y volvérsela a poner. Después, acompañado por el hermano de Niké, partió a la batalla final.
La caída de Críos, perturbó la concentración de Hiperón, la fuerza y determinación lanzadas junto a su PROMINENCIA DE UROBOROS fueron vencidas por la CORONA DE RELÁMPAGO de Zeus. El cosmos del olímpico devoró rápidamente la técnica del titán, quien fue golpeado por su propia técnica y la de Zeus en ese momento.
— No sabía que entre los titanes hubiera afecto. — dijo Zeus cuando el polvo se dispersó y vio a Hiperión fuertemente perjudicado por la colisión de poderes.
Hiperión se levantó limpiando la sangre que le brotaba de la frente y cuyo cálido reguero se le colaba en los ojos tiñendo de rojo su vista. Tenía el cuerpo dolorido sin duda, pero aquello no era suficiente para derrotarlo. Aunque la Prominencia tenía la particularidad de sanar las heridas que sufría su dueño, ésta debía alcanzar al enemigo no a él mismo.
— Nuestra victoria está más cerca, Hiperión. Solo tengo que vencerte y la guerra estará definida.
— No cantes victoria tan pronto, rubiales, a mí todavía me quedan cartas para jugar.
Diciendo esto el uranio extendió ambos brazos a la vez que su cosmos se extendía. Un resplandor cegador inundó la cueva y cuando Zeus se recuperó del deslumbramiento, Hiperión ardía intensamente con dos hermosas alas en su espalda, naranjas de fuego. Sobre su mano una espada. Había liberado la ESPADA DE LA PROMINENCIA.
— Ahora estás completamente a mi merced, Zeus. Aun siendo el dios de la luz y el rayo, nunca podrás superar mi perfecta técnica. Es el propio sol ahora quien me proporciona la energía necesaria para vencerte. Sus rayos permitirán que desoriente tus movimientos. ¡Prepárate! Esto no acaba todavía.
A una velocidad increíble Hiperión se desplazó hacia Zeus. Las luces que emitían sus alas eran tan ardientes y cegadoras que el hijo de Rea no podía ver adonde se dirigían los movimientos. No vio más remedio que acudir a su PLASMA RELÁMPAGO, esperando que los múltiples rayos que proyectaba su puño alcanzaran a su enemigo, pero sin enfocar el golpe era inútil. El fuerte movimiento de la espada de Hiperión abrió una brecha entre la red de rayos permitiendo despejar su camino y apuntar certero al pecho de Zeus. El rey de los olímpicos cayó violentamente contra las paredes. La coraza de su pecho se hizo trizas, descubriendo su vulnerable piel. La sangre brotó caliente y abundante, tiñendo la blanca armadura de Zeus.
El titán agitó su espada para sacudir la sangre que la había cubierto. Zeus resbaló hasta el suelo poniendo su mano sobre el pecho. Unos centímetros más la izquierda y su corazón hubiese sido atravesado. Gracias a la armadura, la hoja de la espada había resbalado un poco a la derecha, hiriéndole en una zona más fina pero menos vital.
— ¿Es así como lucháis los titanes? — comenzó a decir Zeus. — la lucha con cosmos no debería desplegar armas, sino concentrar toda la energía en los puños. — Hiperión soltó una risa fanfarrona.
— ¿Quién te dijo esa afirmación tan estúpida? ¿Acaso fue Rea? Sí… seguro que fue ella… Es contraria al uso de armas de cualquier tipo. Su integridad en la lucha era admirable, pero para poco le ha servido… Debería estar protegiendo a sus hijos, en vez de verlos morir aislada en aquella isla. Zeus te pareces más a ella que a tu padre, pero no te aferres tanto a su recuerdo. Ella al fin y al cabo no fue quien te crio.
— ¡Maldito Hiperión! Voy a limpiar tu sucia boca a golpes. Eres igual que Cronos… igual de odioso y depravado.
— Mira quien habla. El rey del amancebamiento.
Las carcajadas de Hiperión inundaron la cueva encendiendo la ira de Zeus. Agitando levemente la espada de un lado a otro una estela de radios anaranjados, aparecieron. Rodearon al titán en una esfera y se expulsaron contra Zeus. Cuando el olímpico quiso esquivarlas, en su lugar le dieron de lleno. La roca comenzó a sobresalir como los clavos de la cama de un faquir, fijando al dios a la pared. Ardían como el mismísimo infierno.
— Vamos a darte un escarmiento, rubiales. Verás como no eres tan cabal como aparentas. La imagen que proyectas es tan engañosa como el poder que ahora mismo me envuelve y que no te permite detectar la dirección de mis golpes.

Con otro leve movimiento, otro cuantioso número de clavos de roca le atravesaron. La sangre fluyó por la comisura de sus labios. Zeus estaba completamente inmovilizado y débil. Hiperión se acercó a él. Hincando la rodilla, le miró a los ojos con la intención de despedirse de la inmortalidad de su sobrino.
— Este es tu fin, Zeus. ¿Tus últimas palabras?
— Te voy a destruir, Hiperión…
— Hasta en sus últimos minutos tu arrogancia persiste. Supongo que en eso sí que te pareces a nosotros…
Hiperión alzó la espada con ambas manos para decapitar a Zeus. Pero el acero ardiente fue detenido por un destello rígido y luminoso como un rubí. Sobre los ojos de Zeus apareció la vigorosa paladia de la violencia. Sus alas habían detenido la espada de Hiperión cubriéndolo como un sólido escudo.
— ¡Bría! — Exclamó Zeus.
— Vamos pelele, ¿vas a dejar que unas míseras rocas afiladas te detengan? ¡Donde está la furia de tu tormenta, dios del rayo!
Zeus enarcó las cejas y sonrió benevolente a la paladia. Asintió con su cabeza y apretando sus mandíbulas con fuerza, su cosmos se expandió iluminándolo por completo. El azul de sus ojos había desaparecido para dar lugar al fulgor de su cosmos dorado y eléctrico. De un fuerte impulso sus alas empujaron desde su espalda. Levantaba todo el polvo que había a su alrededor cubriendo la visión de Hiperión de una nube blanca y espesa. Su cabello era blanco por la luz, con un reflejo tisú y platino. Se agitaba a su alrededor afectado por una energía estática, que hizo temblar el suelo. El estallido había obligado a perder la estabilidad del titán, cuyas hermosas alas no tenían nada que hacer con el aura de Zeus.
—¡Eso es! Ese es Zeus que quiero ver— exclamó satisfecha la paladia con mirada afilada y sádica. Se frotó las manos.
Alrededor de Zeus unos diminutos rayos eléctricos se estiraban justo como hace el cielo antes de descargar una tormenta eléctrica. La nube de polvo que había levantado no hacía más que aumentar el aspecto catastrófico que se aproximaba. Hiperión no daba crédito a lo que veía ante sus ojos. Zeus parecía tan derrotado hace tan solo unos minutos, que se había precipitado a pensar que lo vencería.
No había más remedio que pensar en una mejor estrategia. Hiperión soltó la espada, sabiendo que su arma sería ahora inútil contra Zeus, cuyas explosiones eléctricas le impedían acercarse a él como un escudo impenetrable. Si entraba en la circunferencia que levantaba el tornado de polvo y electricidad que rodeaba a Zeus, se electrocutaría o sería absorbido por su fuerza de atracción.
Las alas de la espalda de Hiperión se ensancharon, expandiéndose enormes a lo largo de la cavidad. Le rodearon formando una enorme esfera naranja gruesa y espesa. Así ambos rivales quedaron protegidos por su propia energía, a punto de explotar sobre el otro.
— Mira bien Zeus, el astro rey es atraído por mí hasta aquí mismo. Es cuestión de tiempo que su energía nuclear alcance su punto álgido y sea liberado contra ti arrasándolo todo como hacen las tormentas solares. No hay fuerza capaz de detener su efecto, reduciendo a cenizas todo como un volcán. Esta es mi TORMENTA SOLAR, recíbela como es debido.
— Bría querida…— dijo Zeus. La paladia lo atendió poniéndose a la altura de su cabeza.
— ¿Sí, Zeus?
— Préstame todo tu poder para que atraviese esa bomba en la que se ha convertido Hiperión.
— ¡Por supuesto! Recuerda Zeus…, recuerda cuanto mal hicieron los titanes a ti y a tu familia. Lo destruyeron todo con su tiranía. No han hecho más que daño a este mundo… nada más que dolor han traído con ellos.
— ¡Gracias Bría! Ahora siento cuanto terror han hecho padecer, cuánto dolor y cuanto mal. Devolvámoslos a su celda eternamente.
Zeus extendió su brazo derecho hacia el frente intentando dirigir la dirección de su siguiente movimiento. Cuando sus dedos apuntaron justo en el entrecejo del titán, la mano izquierda generó un poderoso rayo que agarró Zeus con todas sus fuerzas. El cosmos dirigido como un cable por su bazo, hizo cada vez más grande y destructivo la corriente eléctrica que nacía de su mano en forma de rayo.
— ¡Rápido Zeus! No dejes que termine de cargar el sol. — exclamó Bría.
— A sus órdenes, señorita…
Zeus pestañeó pausado, justo antes de dibujar su sonrisa más seductora y triunfal. Los ojos de Hiperión se abrieron como platos, sabía que ese era su fin y lanzó la tormenta, pero solo la voz de Zeus al grito de EMBLEMA DEL REY, fue lo que se oyó en la cueva.
El rayo lanzado por el Rey del olimpo había sido tan veloz y destructivo, que bloqueó la TORMENTA SOLAR atravesándola a una velocidad superior a la de la luz. Hiperión no pudo reaccionar, el rayo colisionó en el centro de la frente, atravesándole el casco y la barrera de su cosmos. Le electrocutó instantáneamente, dejándole secuelas ramificadas por toda su cara, cuello y pecho. Cayó al suelo de espaldas con espasmos.
Zeus contemplaba en silencio las reacciones de Hiperión. Se acercó pausadamente y le miró a la cara ladeando su cabeza.
— En cuestiones de inmortalidad, la electrocución es un martirio— dijo Zeus— Experimentar el dolor y la desfibrilación sin morir, es terrible, ¿verdad Hiperión? Pero lo mejor es que anula completamente los poderes dejándote prácticamente vegetal.
La telequinesis alzó el cuerpo de Hiperión antes de enredarlo en la red de cristal, ya imposible de quebrar por un comatoso titán. La red, como excelente conductora de electricidad, seguía emitiendo las corrientes eléctricas sobre Hiperión incapacitándolo todavía más.
— ¿Qué te parece, Bría? Espero que Hades no se enfade cuando vea que le he copiado un poquito.
Bría y Zeus, emitieron una risa satisfecha. Bría se posó en el hombro desnudo de Zeus, para contemplar la belleza del dios más cerca. El ataque del titán le había destrozado toda la parte derecha de su coraza dejando a la vista una musculosa clavícula, axila, pectoral y hombro. Aun cubierto de polvo y sangre seca, Zeus estaba apuesto.
— ¡Oye Zeus! — dijo la paladia mientras el dios le miraba por el rabillo del ojo. Tenía los ojos de un profundo azul cielo, las abundantes cejas se enarcaron mostrando atención y curiosidad. Tirando de la oreja del dios, la paladia le reprochó, provocando un intenso dolor y sordera en el dios. — ¿Acaso no soy lo suficientemente atractiva como para que me lleves contigo y me prestes atención? ¡Hubiésemos terminado antes con esta batalla!
Cuando la paladia se fue de su hombro, Zeus se llevó la mano a su dolorida oreja, aún golpeado por el grito ensordecedor de la hermana de la victoria.
— Bría si quieres lisiarme, que sea después de que encerremos a Cronos, ¡por favor! — Bría miró furiosa a Zeus con los brazos en jarras, sus alitas se agitaban gráciles en el aire, veloces como las de un colibrí. Zeus soltó una benevolente carcajada que relajó su rostro. — Supongo que cuando se pasa tanto tiempo con alguien se pegan las cosas. Estás tan celosa como Niké cuando no le hacen caso sus héroes.
— ¿Yo celosa? ¿por qué iba a estarlo? No tienes la más mínima posibilidad conmigo, dios del rayo.
— Bueno ya sé que prefieres a mi hijo Ares… pero eso sería antes de verme nuevamente rejuvenecido ¿no crees? — Zeus guiñó un ojo a la paladia. La diosa sintió como se le encendían las mejillas al ver a Zeus tan cerca de su rostro. — ¡Ja, Ja! Quieres recibir un beso del rey del Olimpo, bonita. — Zeus puso morritos a la paladia, quien le respondió furiosa tirándole del labio superior con todas sus fuerzas provocando un terrible dolor en el hijo de Rea. Las maltrechas heridas que ya tenía el dios no le ayudaban a soportarlo — ¡vale, vale! ¡suelta! — suplicó el dios con dificultad. Bría lo soltó. El labio hizo efecto de goma al chocar con los dientes de Zeus que se cubrió los labios, dolorido. — Sin duda haces honor a tu deidad. ¡Debería darte vergüenza utilizar tu violencia contra mí!
— Ahora sé a quién salió, ese golfo de Hermes. — Protestó Bría, cruzándose de brazos con resignación.
— ¡Hermes! ¿Qué pasa con él?
— ¿Sabes que también está por aquí? Niké nos lo dijo.
— ¡Pero eso no es posible! ¿Cómo ha podido entrar?
— Pues con el casco de Hades, por supuesto. Os ha perseguido y ni os habéis inmutado.
— ¡Ese chico nunca cambiará! — dijo Zeus sonriente. — En ese caso será mejor que encierre a Cronos antes de que se cruce con él. ¡Vamos pequeña!
Zeus se dirigió hacia la celda de Cronos para encontrarse con sus hermanos y con Hermes, seguido por Bría.



Urano, Hermes y Poseidón, llegaron al corazón del Tártaro. Allí la oscuridad era inmensa e inhóspita. No obstante, la humedad y el calor eran poco soportables. La celda de Cronos era la más profunda de todas. Incluso mucho más baja que el nivel del río Frageronte. Se encontraba sobre la ladera más próxima al núcleo terrestre. El sofocante ambiente era idóneo para anular al titán más poderoso y temido de todos.
— No os apartéis de mí. — dijo Poseidón. Alzando una nova de hielo al aire, ésta se encendió con una hermosa luz blanquecina que iluminó toda la estancia. La luz se mantenía suspendida en el aire. — Andad con precaución, este es sin duda el lugar más peligroso de toda la mazmorra.
Poseidón caminó encabezando a los otros dos. Hermes le siguió, pero las alas de sus sandalias le adelantaron con facilidad. Justo antes de poder avanzar, un abismo se extendía bajo sus pies. Su cuerpo se balanceó al frente, Poseidón aferró su brazo firme y fuerte tirando de él hacia atrás.
— ¿No me has escuchado? — protestó Poseidón. — Ese abismo conduce directamente a la celda de Cronos. Es la más próxima al núcleo de la tierra. ¿Quieres fundirte como la mantequilla, sobre la bolsa de magma y vapor que lo encierran? —Hermes negó con la cabeza. — Entonces anda detrás de mí, y si es preciso, descálzate para impedir que me adelantes.
Hermes retrocedió buscando la protección que la distancia le proporcionaba. No era consciente de que Poseidón intentaba protegerle. Urano estaba a su lado, rodeó al argicida con su brazo intentando calmar su acelerado corazón.
—Poseidón ¿Cómo descenderemos? — preguntó el anciano.
— Urano tú puedes generar también una nefelia ¿verdad?
— Sí claro.
— Pues hazlo y asegúrate que el mensajero vaya contigo. Su constitución merculina no podrá soportar las temperaturas del núcleo terrestre. Hazme caso, aunque lleves una coraza de hielo más gruesa que la de un cometa, eso no puede hacer nada contra lo que hay allí abajo.
Urano, siguiendo las instrucciones de Poseidón creó una nefelia azul muy hermosa, cubierta por sendas corrientes de aire. La hizo lo suficientemente grande para que los dos se montaran en ella. Poseidón, por su parte, hizo lo mismo. Los tres descendieron hacia el fondo del abismo.

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