En la Atlántida todo andaba revuelto. Hasta los oídos de su soberano había llegado los rumores de que su hijo Chryssos había ayudado a Asea a librarse de la masacre de Ares, aunque no sabía aún que Hermes había intervenido también; el hijo de Zeus se había guardado las espaldas de que se enterara tras haber sometido a todos los testigos con su técnica de la "elocuencia hipnotizante" que ya había utilizado con su hermano Apolo en más de una ocasión. Frente a su trono había convocado a tres de sus generales, Glauco, Crisaor y Tritón, que vigilaban las fronteras del Atlántico Norte, del Indico y del Atlántico Sur.
- ¡¿Cómo es posible?!- Exclamó Poseidón.- ¡Siete generales, vigilando los siete
mares, y ninguno ha sido capaz de detener a Chryssos! Os dije detenidamente que
debíais evitar que mostrara sus poderes al mundo. ¿Quién sabe lo que podría
ocurrir? Todo el que lo ve lo desea para sí y si accediera a servir a Ares o
incluso a aquella que es mi peor enemiga; Atenea, sería peligroso.- Agitó el
tridente que comenzó a destellar por doquier esquivándolo todos aquellos que se
encontraban en torno al trono.
- ¡Padre calmaos!- Exclamó Tritón. O
dejaréis hecho trizas este bello santuario.
- ¡¿Cómo me pides que me calme?! De quién fue sino la idea de encerrarlo en
Cabo Sunion asegurándome por encima de su vida que jamás escaparía.- Apuntó con
su tridente al general de sirena.
- Dejadme a mí que lo halle.- Dijo Glauco.- Este embrollo no podrá solucionarse
matando a todos los príncipes del mar que descienden de su majestad.
- Eso mismo me has dicho en más de una ocasión.- Dijo Poseidón bajando el
tridente.- y todavía no he visto resultados.
- ¿Acaso no he conseguido bajo sus mandatos someter a Atamante?
- Pero mi templo aún no se ha edificado.- Dijo.
- El tiempo se agota para los gentiles de Orcómeno. Ya ha muerto la mitad de la
población y confío en que el templo pronto comenzará a edificarse.
- ¿Y qué van hacer Nefele y sus hijos? son mucho más peligrosos que Atamante
- Eso también se solucionará.
Poseidón se sentó en su trono y peinó sus bigotes con los dedos. Pareció
desaparecer el fulgor de cólera que se había desatado en el templo. Sus hijos,
príncipes y generales Tritón y Crisaor parecieron tranquilizarse también.
- ¡Está bien!.- Dijo el rey enterrando su mano en su flequillo.- Te doy más
tiempo, pero cuando mi paciencia se vuelva agotar tú serás el objeto donde
descargaré la tormenta.
Glauco inclinó su cabeza antes de abandonar el templo. Crisaor y Tritón se
acercaron a su padre.
- ¿Por qué confías en éll?- Dijo Tritón.
- Todos sabemos que Glauco pertenece a otro mundo que no es el nuestro.- Dijo
Crisaor.
- Porque tengo dos hijos tan incompetentes y estúpidos que parece mentira que
sean de mi propia sangre.- Los dos silenciaron.- Ahora marchaos de mi vista.
¡Marchaos! ¡No quiero ver vuestros rostros hasta que no me demostréis que sois
capaces de controlar mis dominios!
Los príncipes se miraron llenos de rabia y se fueron cada uno por su lado.
- Y alguno de esos dos, va a heredarme.- Se dijo el rey.- Menuda decepción más
grande. -Tomó un pergamino que estaba
leyendo antes de firmarlo.
Un corte dorado, propiciado por una inmensa hoja rasgó el espacio vacío que
ambos hijos de Zeus habían convertido en su campo de duelo. Hermes lo esquivó
boquiabierto por sus proporciones, capaces de partir un planeta como si se
tratara de una naranja. Temió en ese momento por la azul Tierra y el rojo
Marte, que limitaban las distancias de ataque.
- ¡Increíble!- Exclamó Hermes entusiasmado.- siempre quise saber cuál magnífica
técnica convirtió a mi hermano en dios de la guerra. Tu mano tiene la precisión
de una espada, pero su velocidad no supera la del mensajero del Olimpo.
Ares fue en ese momento el vivo reflejo de la furia. Sus cejas se juntaron con
la zona más superior de su afilada nariz y sus prominentes dientes rechinaron.
Su hermano menor era insoportablemente más fanfarrón en combate que fuera de él.
-¡Haré callar ese pico de oro que tienes!- Y rugiendo dijo:
¡¡¡EXCALIBUR!!!
Hermes volvió a esquivar el ataque pese a ser más potente y veloz que el
anterior.
-Te lo vuelvo a repetir.- Dijo el mercuriano.- Si pretendes alcanzarme, tu
ataque debería recorrer estos planetas y su estrella incluso más veloz que un
cometa.
Enrojecido de ira, Ares lanzó sus ataques con ambos brazos, provocando filos
dorados dobles que se cruzaban por doquier y se crecían desde todos los ángulos
de su vista. Hermes siguió esquivando. Sus prodigiosas sandalias de seis alas y
su petaso de cuatro lo ayudaban, pero la velocidad le iba superando y comenzó a
retroceder, mientras la ofensiva de su hermano le ganaba terreno. Quedó
acorralado en el cinturón de Asteroides en la fronteriza órbita entre el frío
Marte y el gigante Júpiter.
Por entre los enormes pedazos de planetas tuvieron que advertir ambos la
localización exacta del otro, asomándose por los huecos y sombras que se
proyectaban. Harto de perder su tiempo, Ares dirigió paralelamente su ataque,
partiendo varios asteroides en tres trozos, y apartarlos de su visibilidad.
Dicho golpe fue sorpresivo para Hermes. Los pedazos se desviaron de la órbita,
algunos cayeron sobre planetas y otros fueron absorbidos por estrellas.
Mas allá se perdían los filos y en el camino dejaron mutilado a Hermes de
piernas y brazos. La sangre flotaba suspendida en densas manchas a su
alrededor, gracias a la ausencia de la gravedad. Ares se acercó a la figura
deformada con una sonrisa mayúscula, brillando su armadura por la luz del sol
que empezaba a asomar amaneciendo la cara de su planeta donde se encontraba.
-¿Ves hermano?- Le susurró al oído al despojo.- Esto es lo que le pasa a
cualquiera que se interpone en las ambiciones de Ares.- Satisfecho de haber
ganado tan fácilmente Arcadia, tomo un poco de sangre suspendida sobre la palma
de su mano, y como un trofeo de guerra se dispuso a restregársela como un bárbaro
por su cara. El pedrusco de rubí relucía sobre el entrecejo de su casco.
- Yo que tú, no lo haría- Ares se giró a lo que quedaba de Hermes. Éste levantó
su ensangrentada cabeza y bajo la visera del casco alado, los ojos verdes de éste
le miraron llenos de poder.
La piel de Hermes comenzó a tornarse gris, convirtiéndose los regueros de
sangre en sendos regueros plateados. Se volvía viscosa. Miró la parte de sangre
que tomó con la mano, ésta sufría el mismo fenómeno y era atraída por una
fuerza absorbente hacia el cuerpo del dios de los ladrones. Hermes se volvía a
unir y componer como si se tratara de un puzle o una estatua que se auto
reparaba. Relucía en el metal líquido que lo componía. Volviendo a ser tan
bello y perfecto como antes.
- Ya veo cómo destruiste a tus enemigos- Dijo Hermes estirando sus recién recompuestos
brazos.- Es realmente impresionante, pero has de saber, que mientras tú los
partías por la mitad con tu EXCALIBUR, yo los desintegraba.
Juntó ambos brazos frente a su pecho apareciendo una enorme energía.
Dicha energía se acumuló en su diestra creciendo infinitamente, antes de ser
expulsada como una catapulta contra Ares.
¡¡¡EXPLOSIÓN GALÁCTICA!!
El fuerte y recubierto cuerpo en esa espléndida armadura, sufrió el impacto de
lleno. Ares fue lanzado atravesando varios asteroides hasta su propio planeta
rojo, hundiénndose en sus ferrosas tierras desérticas tan profundamente que se
abrió un volcán a su paso. El más destructivo y enorme de toda la muerta
superficie marciana y que se llama "Monte Olimpo."
El alado se posó ligeramente sobre uno de los asteroides más pequeños, sin
separar su formidable vista del recién formado volcán del planeta que fue
entregado a Ares. Era prácticamente imposible pensar que el hijo de Hera había
sido derrotado ya, pues el mercuriano sabía que este contaba con una gran
ventaja, y ésta era su formidable armadura, que llevaba incorporado a su
reparador.
Efectivamente, surgió del interior del cráter, una mancha anaranjada como el
ave que renace. Un fénix se expandía atravesando la débil atmósfera de Marte.
El calor ya era percibido por Hermes antes de que le alcanzara pero pese a
intentar escapar, las llamas le enzarzaron imprevisiblemente. Consiguió
librarse de ellas, pero a costa de unas fuertes heridas.
Ares apareció frente a Hermes, justo detrás de su propio ataque.
- ¿Qué te pasa, hermano? ¿Te ha sentado mal el golpe?- Dijo riendo a
carcajadas.
- La ironía no suena tan ocurrente en ti, Ares.- Dijo Hermes, levantándose.
Ares cruzó los brazos frente a su pecho aleteando de nuevo la constelación de
un fénix tras de sí.
¡VUELO DEL FÉNIX!
El golpe fue esta vez esquivado por Hermes que detectó la mecánica fácilmente,
al tenerlo tan cerca.
Ares miró a su hermano detenido. Intentaba averiguar como era posible que después
de haber sido mutilado por su EXCALIBUR, se había recompuesto con tanta
facilidad. Por otro lado, el vuelo del fénix, pese a ser un ataque menor, le
había perjudicado más.
- Verdaderamente tus técnicas están hechas para la tortura y la violencia. Comenzó Hermes otra vez.- Yo sé, sin embargo,
que sin esa armadura, no habrías sido a esta altura del combate, más que polvo
de estrellas.- Sonrió.- Hacía tiempo que me aburría sin una batalla así. Estoy
deseoso por ver, qué es lo siguiente que me aguardas, mientras tanto, permíteme
que te haga viajar otro ratito.
¡COMETA DE PEGASO!
Tan rápido fue Hermes, que no lo detectó Ares. Una bola de energía tan similar
al planeta Urano, tanto en tamaño como en el hielo que lo componía colisionó
contra el hijo legítimo de Zeus y Hera. Se convertía en una enorme masa gaseosa
que dibujaba una bella cola azulada a su paso y que viajaba a una velocidad
vertiginosa, que dejó la orbita de Marte y Júpiter fácilmente.
Sintió Hermes 15 punzadas de dolor en su cuerpo. La sangre brotaba de ellas.
- Percibo el veneno…- Se dijo.- Pero yo soy más venenoso.
Arrojó el ataque al exterior. Los regueros de sangre se volvieron nuevamente
viscosos y mercurios, cerrando las heridas.
Hele tejía con esmero el tapiz junto a la reina Nefele y las sirvientas de
Palacio. Hincaba la aguja con parsimonia pero su madre comprobó por su mirada
fija que tenía otros pensamientos en su mente. Desde la reaparición de Chryssos
el rostro de la princesa de Orcómeno se había apagado presa de la incomprensión
y el dolor.
- Él ya no era el mismo - Dijo la madre, haciendo regresar a su hija a la
realidad. Ésta le miró con extrañeza.- Chryssos encierra en su naturaleza algo
completamente extraordinario toda vez que temeroso. Como bien sabes, su padre,
Poseidón, no ha dado más que monstruos por hijos, unos son monstruos por dentro
y otros por fuera.- Nefele miró su tapiz que tejía con mucha más habilidad que
su hija, sus largos y finos dedos encerraban más experiencia al puntear el
dibujo.- Poco después de vuestro compromiso, a penas, poco antes de alcanzar la
pubertad, Chryssos descubrió que no era igual que los demás. Su fisionomía
comenzó a cambiar, pero esos cambios no eran solo los típicos de cualquier
chico de su edad. Su verdadera
naturaleza despertó, así como sus poderes. Para comprenderse a sí mismo tuvo
que retirarse un tiempo y por eso anuló su compromiso contigo. Bajo los
consejos, enseñanzas y vigilancias de tu tía, quien le ayudó en su complejo
viaje, consiguió dominarse y conocerse. Por desgracia, Poseidón le descubrió y
el resto ya lo sabes, tu hermano te lo ha contado.
Las lágrimas de Nefele, caían sobre sus propias rodillas como el tenue chispeo
que precede a la lluvia de primavera.
- ¿Por qué, madre, no me lo dijisteis antes?
- La rumorología nos había engañado, diciéndonos que Chryssos había muerto
junto a su madre. Sin embargo, luego supimos que no fue así. Poseidón es
ambicioso y orgulloso, pero no es necio. Sabía que su hijo era una máquina
perfecta de devastación y guerra, y lo preservó vivo por si lo necesitaba. Esas
cadenas lo sometían a su voluntad, pero gracias a Helios que no consiguieron
anularle por completo.
- Madre y crees que Chryssos todavía … - Los ojos de Hele parecieron brillar
con un atisbo de felicidad.
- A esa pregunta no puede más que contestarte él.
Ares se percató de que su ataque había alcanzado a Hermes, pero no podía
comprobar su estado arrastrado por el cometa. Puesto que no fue capaz de
pararlo se valió nuevamente de su EXCALIBUR para partirlo en un montón de trozos
que se quedaron por el camino atraídos por los Anillos de Saturno. Sin embargo,
uno de esos trozos se escapó rebotando y volviendo como un boomerang hasta él.
Era muy veloz y se subió sobre él hasta alcanzar otra vez a Hermes.
Al ver Ares lo intacto de Hermes, se quedó nuevamente anonadado. "Su
armadura es menos densa que la mía, pues le permite ser más veloz- comenzó a
pensar.- Su cuerpo está más desprotegido mostrando vulnerablemente su estómago.
¿Cómo es que las heridas no le hacen mella? Aún siendo inmortales, las
cicatrices profundas de un fuerte ataque se nos marcan." Como si le
hubiese escuchado Hermes los pensamientos le dijo a su hermano:
- El veneno que brota de esa técnica tuya, pese a ser tan mortífero y doloroso
como la de un escorpión, no es nada con lo que soy yo. Algo mucho más letal y tóxico
tengo de lo que te puedas imaginar.- cerró su puño derecho.- Ya me he cansado
de jugar.
En un abrir y cerrar de ojos, Hermes atravesó el entrecejo de Ares, saltando el
casco de éste. El rostro del dios de la guerra tan ensombrecido como la noche
se tornó todavía más oscuro.
- Mi técnica definitiva.- Dijo Hermes a espaldas de su hermano.- El PUÑO
DEMONIACO. - Ares comenzó a sentir un
dolor inmenso que se expandía desde el centro se su frente a todas las regiones
de su cerebro.- Con este golpe harás exactamente lo que yo te diga. Tu voluntad
está totalmente doblegada ahora y así permanecerá hasta no realizar la orden
que te voy a mandar…, por algo me llaman el dios de la elocuencia, porque
consigo todo lo que quiero.- Ares se llevó las manos a las sienes el dolor
comenzaba a ser insoportable.- Iras a Olimpia y retirarás todas tus tropas
mercenarias así como a tus reyes Tíndaro y Tiestes. Tu campamento será
desmontado y tus heridos atendidos para licenciarlos.
- ¡¿Qué estás diciendo, pedazo de imbécil?!- Replicó Ares. El dolor le obligó a
gruñir provocando que se doblaran sus piernas incapaces de sostenerle. Hermes
soltó una socarrona y corta risa.
- Después iras a Olimpo y confesarás tu filosofía de gobierno a través de la
guerra y las traiciones a nuestro padre. Así él podrá decidir si le conviene a
los hombres que sigas siendo su responsable.
- ¡Jamás!- Exclamó Ares, pero el dolor le siguió aumentando hasta alcanzar la
desesperación.
- Eso es imposible, como ves. Cada vez que pretendes desobedecer lo que te digo
el dolor se hace más fuerte. Créeme , hasta que no cumplas con ello seguirá
incrementándose hasta tal punto que ni siquiera tú.., señor de las torturas, lo
podrás resistir.
En ese momento Hermes se llevó la mano al pecho. Éste le ardía sobremanera y así
era en hasta quince localizaciones de su cuerpo. Esta vez la sangre mercuriana
no se podía cerrar burbujeando como si se encontrara hirviendo en su cuerpo.
Ares carcajeó triunfante.
- ¡Mercurio!.- Dijo pese al dolor.- Ese es el secreto de tu resistencia. Un
metal líquido que es capaz de separarse y unirse con increíble facilidad.
Resistente al frío pero débil al calor.
- ¿Cómo lo has sabido?- Dijo mientras caía de rodillas cayéndose las gotas
burbujeantes sobre la superficie del Asteroide en el que se encontraban.
- La AGUJA ESCARLATA ordinaria, no te hace mal. Tampoco EXCALIBUR, pero, sin
embargo, el VUELO DEL FÉNIX y su concentración de calor sí te afectó. Entonces
lo supe.- Dijo girándose hacia Hermes.- La AGUJA ESCARLATA ARDIENTE y su golpe
definitivo de ANTARES te derrotarían. - Rió otra vez.- Sus elevadas
temperaturas evaporarán el mercurio de tu sangre, liberando el vapor más tóxico
del que alardeas, pero te envenenarán también a ti desde dentro, siendo tu
misma defensa, el arma de tu destrucción.
- AN-TA-RES... ¿Cómo absorbiste su poder?
- Gracias a ti y tu inteligente distribución de los astros, que confrontan el
planeta que me ha sido otorgado junto a la Tierra, he conseguido captar todo el
calor y conocimiento del corazón del escorpión que mató a Orión.
La cabeza de Ares estalló en su interior. La sangre comenzó a salir por sus oídos,
fosas nasales y lacrimales, tiñendo el globo ocular blanco de rojo, siendo su
mirar aún más aterrador e imponente que antes. Su cuerpo en contra de su
voluntad comenzó a levantarse y a regresar a la Tierra dispuesto a cumplir las órdenes
que se le impusieron.
Él intentó luchar contra ese fenómeno ajeno pero por más que lo
hacía que no conseguía resistir los dolores. Maldiciéndose a él, a Hermes y su
técnica. Se agarraba al Asteroide pero
su otra mano le obligaba a soltarse, se golpeaba para reaccionar, pero pronto
descubría que sus manos obedecían a su violentado cerebro. Enloquecido de dolor
retornó a la ciudad de los atletas.
Hermes se arrastró por el asteroide hasta el vacío espacio. Parecía derretirse
como la mantequilla, dejando un rastro viscoso como la baba de un caracol y
burbujeante como la lava a su paso.
- Increíble hermanito…- Se dijo.- Yo que pensaba que eras un soldado tan burdo
y bruto como los demás , sin cerebro e inteligencia, una bomba objeto de sus
propias pasiones e impulsos... he averiguado que resultas ser un extraordinario
estratega- Cayó por el borde hacia el suspendido espacio flotando como una masa
más en él. - Por algo eres el dios de la guerra.
Su vista se dirigió al
planeta Urano con intención de alcanzar su órbita, pero sus ojos se nublaron de
gris y perdió el conocimiento.
- ¿A qué estás esperando?- Ino se giró hacia dragón marino quien apoyado sobre
un sauce llorón la miraba bajo el casco de su armadura. Había salido a la
superficie dispuesto a cumplir con su plan y propósito. Tienes ya el elixir
solo tienes que aplicárselo.
- Temo que su amor sea tan fuerte hacia Nefele , que ni siquiera esto funcione.
- ¡¡Pamplinas!!- Exclamó el general apuntando con su palma abierta a Ino y
descargándole una energía inmensamente dolorosa. La mujer se remangó los
brazaletes y vio como el coral de sus muñecas le volvía a doler
desmesuradamente. ¡Tú y yo llegamos a un acuerdo!
- ¡Ya te he dicho dónde estaba Chryssos!- Dijo ella retorciéndose de dolor.
- Todavía sigues bajo los efectos de mi coral y me seguirás siendo útil. El
amor anulará a Atamante y conseguirás que se deshaga de Nefele, y con tus
influencias sobre él construirás un templo a Poseidón, pues gracias a nuestro
soberano que serás la dueña y señora de Orcómeno y su rey. Y lo mismo te digo
que la otra vez. ¡Ese coral te terminará matando si no me obedeces!
El general del Atlántico Norte se sacudió la capa a un lado furioso. Con paso
firme y apresurado se sumergió en Copais nuevamente, dejando a Ino sola con sus
dolores y sometimientos.
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