CAPÍTULO 2. El bambú de las consortes está ensangrentado.



Art byTalaris

Lección 2

"Un viaje de mil millas empieza con el primer paso"








Aquellos valles repletos de árboles y humedad no eran desconocidos para Talaris, pisarlos de nuevo era retornar a sus días infantiles en los que aprendió a admirar la naturaleza salvaje de esos bosques. El barro volvía a invadir sus zapatillas otra vez trepando refrescante por sus pies. Se descalzó como hacía entonces al caminar por ellos cuando no tenía los zapatos apropiados. Recordaba las reprimendas de Shun Rei cuando la veía descalza y embarrada hasta los tobillos, a Okko metiéndose con ella, A Shiryu y su benevolente sonrisa y a su anciano maestro obligándola a lavarse los pies y las manos en la catarata antes de cenar.

La catarata… ¿Seguiría cayendo tan abundante y refrescante como entonces? Aquel constante ruido que para algunos sería molesto a Talaris le resultaba muy relajante. Podía sentarse horas contemplándola e imaginándose que algún día se convertiría en un dragón desafiante. En esa catarata vivía el espíritu de Shen Long Ryu Rozan y la armadura del dragón reposaba en el fondo de ella, absorbiendo toda la fuerza necesaria hasta que algún día un nuevo caballero la vistiera, y ese caballero fue Shiryu, el discípulo más aplicado de Dohko.

—Siempre fuiste el elegido, Shiryu…, —Comenzó a pensar en alto Talaris — … en ti residió el espíritu del dragón desde el comienzo. Okko rivalizaba contigo porque decía que eras el predilecto de Dohko, pero no era así…, los tres fuimos muy apreciados por nuestro maestro—. prosiguió hablando sola como si la escucharan– Okko, la única vez que vi tristeza en Dohko fue el día que tuvo que decidir expulsarte de la escuela de entrenamiento, a él no le gustaba ser tan severo, pero sabía que era la única manera de hacer que recapacitaras. ¿Qué será de ti Okko? ¿Recapacitaste al final? Shiryu… ¿Cómo te va en el templo de Atenea? ¿Cómo fue la guerra santa? Dohko murió en esa guerra, era su destino para dar paso a la nueva generación de caballeros, pero cuánto me hubiese gustado haber podido luchar a tu lado y al de él…, hubiese sido un honor, pero…—Talaris se llevó la mano a su espalda mientras la rabia y la frustración se apoderaron nuevamente de ella—…pero como iba a poder pelear a vuestro lado alguien sin constelación protectora. Hasta en Okko un día percibí su constelación, su fuerza espiritual…, era muy fuerte e impulsiva, pero era su propia fuerza cósmica. Él la encontró, aunque fuera por sus propios medios, pero la halló. En cambio, yo aquí sigo sin saber de dónde procedo ni adónde me dirijo.

Talaris detuvo su paso y dirigió sus ojos al poco cielo que le dejaban ver los árboles y la niebla.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una presencia que detectó a su derecha. Era una presencia que le resultaba familiar. Mirando hacia dicho lado reconoció una imagen femenina que llevaba una larga trenza oscura, tenía la piel pálida como la nieve y los ojos oscuros. Su corazón dio un vuelco.

—Shun Rei… ¿Eres tú?

En ese momento la imagen salió corriendo y Talaris la persiguió.

—¡Espera! ¡Qué alegría! Pensaba que no habías sobrevivido a los taish—Hablaba Talaris mientras corría detrás. —No temas soy yo, Talaris.

La carrera la llevó hasta un claro en el bosque, la figura se detuvo en seco y se giró hacia ella, fue entonces cuando vio su endemoniada expresión lanzándose sobre ella. Justo antes de que pudiera reaccionar la luz de una antorcha espantó la figura. Delante de ella había un campesino de mediana edad que dijo que la siguiera tomándola de la mano hasta llegar a una casa donde muchas personas se encontraban. Muchas de ellas mal heridas y otras se retorcían en gritos, mientras un anciano los intentaba tranquilizar con oraciones.

—Lo has espantado ¿verdad Wang? — dijo uno de los individuos.

—Sí, pero no por mucho tiempo. He rescatado a esta extranjera antes de que la hirieran.

—Mira mamá, ¡tiene el pelo amarillo! — dijo una niño sorprendido y sonriente.

—El amarillo es el color de los dioses y la abundancia. —dijo el anciano que antes estaba orando. —¿Qué hacías por allí sola? Pones en peligro tu vida.

—Iba de camino a Hua Chen…

—¡Hua Chen! Es inútil. Hua Chen está endemoniada. Eso que has visto allí fuera y que casi te ataca nos expulsó de nuestro propio hogar. Muchos de nuestros seres queridos han muerto por eso abandonamos nuestros hogares.

—¿Sois habitantes de Hua Chen?

—Así es. Tuvimos que irnos de allí si queríamos que nuestros hijos y familia siguieran vivos.

—Explicarme lo que ha pasado y qué era esa cosa.

—Era un alma en pena. Alguien ha despertado los espíritus de nuestros difuntos para que nos atacaran y mataran.

—Eso no es posible. Quién puede traer el alma de un muerto al mundo de los vivos.

—Se puede si hay una fuerte energía espiritual en un lugar y Hua Chen tiene esa energía—Respondió el anciano— El río Xiang arrastra en su cauce una gran tragedia que tuvo lugar hace miles de años, la muerte de su señor Shun.

—¿El mito de las diosas consortes Ehuang y Nüiying?

—Veo que conoces la leyenda.

—Sí mi maestro me la contó una vez: Ehuang y Nüiying eran dos diosas de agua que protegían el río Xiang. Ambas se enamoraron del sabio y bello Shun. El místico, incapaz de elegir entre una de las dos, las tomó como esposas a ambas, pero era una persona muy melancólica y triste. Su tristeza le venció y se suicidó tirándose al río. Las dos diosas lloraron su pérdida día y noche a ambas orillas del río… las lágrimas que se vertían en él dieron lugar a un fuerte y resistente bambú que recibe el nombre del bambú de las consortes. Pero no entiendo muy bien qué tiene eso que ver con la criatura que ha intentado atacarme.

—La combinación de ese poder espiritual y la magia oscura han conseguido perturbar a las almas de nuestros difuntos, de manera que quieren convertir nuestro hogar en un cementerio.

—¿Magia oscura? ¿Quién puede poseer algo tan peligroso?

—Los Taish, claro. Ellos están influidos por el poder maligno de Long Kiao, se dedican a asaltar y profanar estas tierras sagradas buscando los tesoros más poderosos que en ellas se encuentran y utilizarlos para hacer el mal.

—¿Qué clase de tesoros?

—Huan Chen era la aldea más cercana a las ruinas del templo taonia del tigre.

—¿El templo del tigre? ¿Aquí había otro templo a parte del de Nan Hengshan?

—¿Cómo es posible que una extranjera como tú conozca el gran templo de Nan Hengshan? —dijo el anciano sorprendido.

—Mi maestro Dohko me hablo de él. De hecho, mi destino es llegar a ese templo.

—¡No puede ser! ¿Eres discípula del anciano Dohko?

—Así es.

La gente se miraba exclamando entre ellos. En ese momento Talaris se dio cuenta que la historia de su maestro se extendía más allá de lo que ella pensaba, algo que sin duda la hacía sentirse muy honrada.

—Entonces estamos salvados. ¡Gracias a los dioses! Han atendido a nuestras oraciones.

El anciano cayó de rodillas llorando de alegría. Talaris se quedó impresionada y le ayudó a levantarse.

—Cálmese venerable anciano. ¿Puede continuar con su historia? Mi maestro nunca me habló del templo del tigre. Necesito más información para poder ayudaros.

—Esta cordillera antiguamente estaba protegida por el templo de tigre y el del dragón, ambos conformaban el templo del equilibrio. Era un templo con los taonia más poderosos de los cinco picos, pero los tigres siempre competían contra los dragones para demostrar que eran más poderosos que ellos.

—Esa historia me suena…

—La competitividad era tal que un día hubo una guerra entre ambos templos, propiciada por los tigres con el objetivo de derrotar a los dragones y hacerse con la hegemonía de este territorio, pero los dragones los vencieron. Fue decisión de resto de templos de los cinco picos cerrar el templo del tigre, y que sus discípulos se entrenaran solo en el templo del dragón, de esta manera nunca podrían volver a disputarse el territorio con los dragones y los dragones podrían mitigar la ira de los tigres en beneficio de la paz. Desde entonces el templo del equilibrio paso a ser el actual templo de Nan Hengshan, el mismo templo que en un pasado fue el de los dragones.

Talaris mantuvo el silencio y empezó a ordenar la información y analizarla:

“El templo del tigre y el dragón y su símbolo es el yin yang…, equilibrio, balanza… libra… Todo se concentra en Dohko ¡Un momento! ¿Se encontrará cerca Nan Hengshan de la catarata de Shen Long Ryu Rozan? al fin y al cabo allí es donde reside su espíritu y este abciano me ha hablado de dragones.”

El rostro de determinación de Talaris se iluminó pensando que había descifrado parte del puzle de su maestro.

—¿Qué te ocurre, joven? Te has quedado en silencio y pensativa y ahora tus ojos están iluminados como si hubieran visto algo.

—Lo siento, venerable anciano, tiendo a dispersarme un poco en mis pensamientos. Volviendo a lo que me estaba diciendo… si existía un templo aquí, también este protegía una reliquia valiosa ¿verdad?

—Así es. La reliquia del sello del tigre. Esa reliquia tiene el poder de controlar las almas de los muertos. Perteneció al dios del tigre blanco, aquel cuyo poder obtuvo Naiya para vencer a los demonios. El sello del tigre podía apresar las almas de los demonios y así poder vencerles más fácilmente.

—Y cuando el templo desapareció, ¿Quién se hizo cargo de proteger esa reliquia?

—El templo de Nan Hengshan, por supuesto. Esos taish consiguieron apoderarse del sello del tigre y ahora buscan la otra reliquia existente, aquella que protege el templo del dragón.

—La reliquia del dragón de Jade…

Talaris apretó los puños, ella portaba el sello del dragón de jade. Si el sello del tigre tenía el poder de controlar las almas de los muertos, el del dragón de jade debía tener un poder tan importante como ese o más.

—¿Qué te pasa, muchacha? ¿te has vuelto a perder en tus pensamientos? — dijo riendo suavemente—. ¿Podemos saber, al menos el nombre de la discípula de Dohko?

—¡Sí claro! soy Talaris.

—Talaris, por favor, haznos los honores de quedarte con nosotros esta noche. El sol ya se ha ocultado y debemos permanecer juntos en este lugar hasta que vuelva a salir.

—Las almas durante el día no atacan, se adormecen, solo al caer la tarde vuelven a activarse. Aprovechamos el día para salir a pescar al río y cosechar. Así obtenemos los alimentos para toda la jornada— dijo el hombre que la salvó.

Talaris sentía que debía salir allí y encontrar las ruinas del templo del tigre. Debía exterminar a las almas profanadas, pero necesitaba averiguar dónde estaba ese templo y como vencer a esas criaturas. Se sentó junto al fuego de la chimenea.

—¿Cómo te llamas venerable anciano?

—Me llamo Chang Lin.

—Venerable Chang Lin, ¿Podrías llevarme al amanecer a las ruinas del templo del tigre? Tal vez allí podamos averiguar algo acerca de cómo vencer a esas criaturas o quien está manejándolas.

—Te llevaré adonde me dices. Tu llegada aquí es una bendición para nosotros.

—Sí—dijo el niño a quien llamó la atención el color de pelo de Talaris— con Talaris aquí podremos volver a casa y esos fantasmas se irán ¿verdad Chang?

—No lo pongo en duda, Mu.



Cuando la noche cayó sobre el refugio todos parecieron conciliar el sueño menos los vigilantes que hacían la guardia. Inmóviles permanecían sin separar sus ojos de las ventanas. La niebla era espesa y Talaris, cuya percepción era más aguda, podía sentir energías muy negativas fuera y no solo por los lamentos que parecían emitir las almas.

Se levantó y se colocó al lado de uno de los vigilantes.

—¿Esto es así todas las noches? — preguntó Talaris.

—Sí, las criaturas se hacen más activas por la noche.

—¿Cómo es posible que no entren aquí?

—Chang Lin nos ha protegido con sus oraciones, es también monje y ha cuidado de nuestros heridos.

—Tengo que ver de donde provienen esas criaturas.

—¿Qué pretendes hacer? No salgas tú sola por la noche.

—Lo siento, pero lo voy a hacer. Si mañana estas almas no están activas, ¿Cómo voy a saber qué las está despertando? Vosotros quedaros aquí. Seguir pendientes de que los demás duerman tranquilos.

Talaris se envolvió en su capa de lana parda y salió del refugio, ignorando las voces del vigilante que le decía que cogiera una lámpara.

—No voy a necesitar una lámpara, dejaré que sea la propia naturaleza la que me hable.

La humedad de la niebla aumentaba la sensación de frío en el entorno. Cuando el refugio estuvo lo suficientemente lejos y ella bien adentrada en el bosque, no tardó en encontrar las aguas de río Xiang. Debido a la oscuridad parecían discurrir ralentizadas, como si una gruesa capa de fuel la estuviera paralizando. El bambú no se balanceaba por ninguna brisa.

—Es como si estuviera en el averno. La naturaleza parece estar muriendo.

La pupila se sentó en la tierra húmeda. Cruzó sus piernas adoptando la postura de meditación y cerró los ojos. Respiró lenta y profundamente hasta escuchar los propios latidos de su corazón y luego nada más que un silencio absoluto. Estaba utilizando una de las técnicas que Dohko le había enseñado, armonizarse con la naturaleza para que no se volviera contra ella e intentar que ésta le comunicara las razones de tanto caos.

No era consciente de cuánto tiempo estaba meditando y preguntando con su espíritu si había alguien para poder hablar con ella. En ese instante se presentaron frente a ella varias energías oscuras que intentaban atacarla, pero ella no se movió.

—¿Por qué hacéis daño a estas gentes? El mundo de los vivos y los muertos no puede estar en el mismo lugar.

—¿No vas a atacarnos con magia ni ritos que nos hagan daño? —dijo la voz distorsionada de una de las criaturas oscuras.

—No mientras vosotras no me hagáis daño a mí. ¿Quién os ha despertado? Sé que vuestro deseo no es estar aquí, no es sano para vuestros espíritus conocer que vuestros seres queridos vivos os rechazan.

—Fueron las consortes.

—¿Las consortes? ¿Os referís a las diosas Ehuang y Nüiying?

—Sí. Alguien las invocó y dijo a ambas que tenía el poder de resucitar a su amado Shun…—Contestó la figura del centro de la visión.

—A cambio debían encontrar el lugar donde yacía el cuerpo de su amado...—Contestó el alma de la figura de la derecha de la visión.

—Pero Shun se ahogó en el río.

—Empezaron a buscar allí y despertaron a todos los espíritus que como Shun habían perecido en las aguas, pero ninguno era él. Entonces empezaron a buscar en nuestros cementerios y nichos y en todo el bosque—Habló uno de los espíritus de la izquierda.

—Hasta que lo encuentren no pararán de utilizar sus poderes para perturbar nuestro descanso—. Terminó la del centro.



En ese momento los vigilantes llegaron al auxilio de Talaris con Chang. Las almas se asustaron y se revolvieron cuando el sacerdote comenzó a orar.

—¡Detente Chang! — dijo en alto Talaris. —Ellos no son nuestro enemigo.

De la discípula de Dohko comenzó a emanar una luz esmeralda que la envolvía por completo. Era cálida y poderosa. Los vigilantes y Chang se quedaron sin habla cuando la luz comenzó a tomar la forma de un dragón verde que les contemplaba. El dragón intentaba proteger a Talaris y a las almas que estaban frente a ella.

—Gracias extranjera…—dijo uno de los espíritus. — tus poderes calman nuestra ira y apartan a los vivos de su rechazo a nosotros.

—Decidme donde puedo encontrar a las diosas del río.

—Se encuentran en torno a quien las ha invocado, en las antiguas ruinas del templo del tigre.

La luz esmeralda barrió a las almas con suavidad, permitiendo a estas retirarse con paz hacía lo profundo del bosque.

Chang se acercó maravillado del poder que había visto. Recabó en que la luz no la emitía Talaris sino el sello del dragón de jade que colgaba de su cuello. Cuando intentó tomarlo la luz se recogió en su interior y una rápida mano le detuvo. Era Talaris despertando de su trance.

—¿Qué pretendes anciano? La custodia de este sello me ha sido asignada solamente a mí.

Cuando Talaris intento levantarse, sintió que sus piernas no le respondían y se balanceó hacia atrás. Dos vigilantes la tomaron antes de caer.

—Discípula de Dohko ¿Te encuentras bien?

—Sí, todavía no he debido despertar del todo del trance. Me temo que tengo que pediros ayuda para llegar al refugio.

—No es problema. Cargaré contigo.

Uno de ellos la aupó entre sus brazos y le llevaron de vuelta al refugio.

Cuando llegaron la sentaron cerca de la chimenea y al notarla tan helada le echaron varias mantas encima y le dieron un te caliente.

—Gracias…

—Eso que hemos visto allí fuera. Ha sido de lo más increíble. Sin duda solo un discípulo de Dohko puede hacer semejante cosa. ¿Qué estabais haciendo?

—Estaba armonizándose con la naturaleza. — se adelantó Chang. — Es una técnica que hacemos algunos monjes de meditación, pero sin duda eso no permite hablar con los muertos como lo has hecho, Talaris. Sin duda tus habilidades son muchas o tal vez sea el amuleto que llevas el que te ayuda.

Chang echó una mirada al pecho de Talaris donde sabía que ocultaba el dragón de jade. El repentino interés del anciano en él, no le gustaba a Talaris, quien podía hacer alarde de una avispada y perspicaz intuición. En ese instante alguien irrumpió en la estancia gritando ayuda desesperadamente. Era un niño de unos 11 años, entre sus brazos tenía al niño de nombre Mu, muy mal herido.

—¿Qué ha sucedido? —Preguntó Chang

—Le intenté detener. Quería seguiros a los demás para buscar a Talaris…, le dije que no saliera del refugio, pero no me hizo caso. Salió corriendo y lo único que pude hacer fue salir tras él. Llegué al río y vi el bambú ensangrentado…, Mu estaba en la orilla rodeado de más sangre todavía. ¿Puede hacer algo anciano Chang? Es mi amigo.

El anciano lo tomó en brazos y lo tendió cerca de Talaris.

—Esas malditas almas…

—No, ellas no han sido…—Respondió Talaris. —He visto heridas como esas más veces. Las propician bastones largos de madera cuando golpean. Las almas no utilizan armas, ha sido alguien con cuerpo y con muy mal genio.

La discípula gateó hacia el cuerpo del muchacho y le acarició el flequillo, cariñosa. El niño abrió los ojos y la sonrió tras las magulladuras.

—Señorita Talaris…, me alegra ver que está bien.

—Has sido un niño muy valiente, Mu. Pero no debes tú solo salir, ya ves que es peligroso.

—Quería ayudarla…

—Traedme agua caliente con vinagre, toallas limpias y paños. También necesitaré algo muy frío. —dijo Talaris.

—¡No! —Se opuso el anciano. —Necesita que oremos por él y mi remedio de hierbas.

—Debemos desinfectar esas heridas y le anestesiaremos la zona con algo muy frío. Las hierbas pueden hacer que duerma y no despierte.

Dijo Talaris con severidad. Desde que Chang había intentado atacar a los espíritus y coger el sello no se fiaba de él. El anciano ocultaba algo.

—Hagamos caso a Talaris. Ella fue discípula de Dohko, seguramente sabe lo que hace. —dijo uno de los vigilantes. —Los que quieran orar que oren con el anciano Chang.

Uno de los aldeanos dijo que no tenían agua. Habían terminado con las existencias y pretendían ir al pozo del pueblo al amanecer. Talaris dijo que no se preocuparan y extendiendo sus manos, apareció entre ellas una esfera de agua. Todos se quedaron atónitos y colocaron barreños bajo la esfera. Ésta se vertió en el mismo.

—¡Es increíble! Ha hecho aparecer agua de la nada.

Talaris curó las heridas de Mu y aguardó toda la noche a su lado. El niño iba a sobrevivir, pero sabía que tenía alguna lesión difícil de curar sin reposo absoluto. Cuando el alba empezaba a despuntar, Mu se despertó y Talaris le saludó.

—Señorita Talaris… tiene usted razón.

—¿Razón en qué, Mu?

—No fueron los espíritus los que me hicieron daño. Fueron las damas del río. Eran muy hermosas y portaban en sus manos largas y fuertes cañas de bambú. Los espíritus al verlas se escondían y lloraban. Cuando me vieron me dijeron que usted estaba en la otra orilla luchando contra los malos e intenté cruzar el río, después sentí que algo me golpeaba y ya no me acuerdo de más.

—Mu… las damas que viste…, ¿eran cuerpos físicos?

—Sí… cuando caí me agarré a sus hermosos vestidos y eran reales.

—Descansa un poco más ¿vale? Todavía no estás del todo bien.

El niño asintió y volvió a cerrar los ojos. La pupila reflexionó sobre lo que le había dicho el niño. No podía comprender que el mito de las consortes fuera cierto. ¿Las dos diosas eran reales? pero ya se lo habían dicho las almas y Mu, no podía haber mentira en esos testimonios. ¿Quién tendrá el poder de invocarlas y ponerlas al servicio del mal? Esperaba encontrar la respuesta en el templo del tigre, estaba segura de que allí resolvería el enigma.

Poco después de desayunar. Algunos aldeanos decidieron llegar a su aldea para tomar provisiones. Los acompañó Chang Lin, lo que extrañó a Talaris.

—¡Chang Lin! ¿No ibas a llevarme a las ruinas del templo del tigre?

—No lo he olvidado, pero creo que en estos momentos los aldeanos me necesitan más. Mi presencia calma sus miedos. He solicitado a Weng y Tian que te acompañen en mi lugar, son los dos hombres más fuertes y leales de toda la aldea.

Talaris vio alejarse a Chang Lin con recelo. Weng y Tian se armaron con sus hachas y cuchillos y tomaron algunas provisiones.

—Señorita Talaris. El camino al templo del tigre es largo y escarpado. Llegaremos a media tarde si salimos ahora. —dijo Tian

—Entonces no perdamos tiempo.

Antes de partir, Talaris se acercó a Mu para ver cómo se encontraba. El niño estaba comiendo con ayuda de su madre, pues debía moverse lo menos posible, tenía buen aspecto pese a los moretones de su cara y su frágil cuerpo. Quien fuera capaz de apalear a un muchacho así no debía tener alma ni caridad. Aun así, Talaris estaba sorprendida de que el chico siguiera vivo después de tan dura experiencia.

—Así me gusta, Mu. Si comes tardarás menos en curarte. Cuídate hasta que vuelva.

—Sí, señorita Talaris…—Dijo el niño con resolución.

Partió junto a Tian y Weng. Durante el camino Talaris aprovechó e hizo algunas preguntas a los hombres sobre Chang Lin, con la intención de averiguar algo más del extraño anciano. Al parecer éste era un ermitaño que vivía solo en la casa que tenían ahora de refugio los aldeanos y cuando los espíritus echaron a los vivos de sus casas, buscaron al anciano con la esperanza de que su sabiduría y conocimientos les ayudara a recuperar lo que era suyo, pero las criaturas parecían seguir creciendo sin medida y solo los alrededores de la casa de Chang, parecían seguros.

Cuando llegó el mediodía Talaris, Weng y Tian descansaron para almorzar en la ladera cuyas escaleras ruinosas ascendían a la cima de la montaña, la cual estaba cubierta de niebla.

—Es ahí donde está el templo ¿verdad?

—Sí. Las ruinas del templo están tan altas que las nubes lo envuelven por completo. Siguen el mismo parámetro que el resto de los templos de los cinco picos. Se encuentran en las cimas de las montañas, muy cerca de nuestros dioses. —Dijo Weng.

—Señorita Talaris. — Comenzó a decir Tian— Nosotros no podemos pisar tierra sagrada. No podremos acompañarla hasta arriba. Nos quedaremos en el cúmulo del centro, donde se encuentra la fuente del templo. Allí es donde se depositaban las ofrendas. Usted…, usted sí que puede subir pues tiene el poder y la protección del maestro Dohko de Libra.

—Comprendo… no os preocupéis. Es mejor así. No sé qué voy a encontrarme arriba, pero está claro que estoy más preparada que vosotros para enfrentarme a lo que haya allí, además no quiero que salga más gente herida por seguirme.

—Gracias señorita.

Aquellos hombres tan fuertes y valientes estaban asustados, Talaris lo percibía. Lo de no subir al templo era una excusa, pero no tenía que obligarles a nada, aquella era su carga. Posó disimulado la mano en el amuleto del sello del dragón de Jade para asegurarse que seguía allí.

Cuando dejó la discípula de libra a Tian y Weng en sitio seguro subió las escaleras hasta la cima a velocidad incompresible para los aldeanos. Conforme más alto llegaba más enrarecido y pesado se hacía el aire, se podría pensar que se debía a la altitud y la falta de oxígeno, pero para Talaris eso no debía ser problema ya que estaba acostumbrada a la altura por sus entrenamientos.

La niebla hizo desaparecer pronto la claridad del día y la visibilidad se hizo muy limitada. Talaris apenas podía distinguir las estatuas de piedra de tigre que precedían la entrada a la construcción. Eran tigres encorvados por la espalda. Estaban sentados y pese a lo hierático de su pose los ojos eran saltones simulando ferocidad, el hocico lo tenían abierto mostrando afilados dientes y sus garras y músculos de las patas estaban tensos, como si estuvieran a punto de atacar a los visitantes. El silencio era absoluto solo lo interrumpía el silbido del aire que penetraba entre las grietas y huecos de la piedra del templo. Podía distinguir tabiques y vigas de madera podrida y devorada por termitas. Los marcos tenían la pintura gastada y los tigres y dragones que los coronaban habían perdido el pan de oro que las cubría.

El templo del tigre, debido al tamaño de su pagoda y las riquezas destrozadas que todavía conservaba, era el eco de que en un tiempo fue una construcción majestuosa e imponente. Se encontraba en ese momento en el patio de entrenamiento. Algunos objetos, armas de lucha y ejercicio estaban oxidados y enterrados entre piedra, tierra y escombros de madera. Las habitaciones de descanso y los baños estaban completamente desérticos y cubiertos de suciedad y polvo. Finalmente llegó a la escalinata que llevaría a la parte más sagrada del templo. Las casas y las cabinas circulares de meditación estaban derruidas y frente a ella, el centro de la edificación vio que tenía forma ortogonal de tres plantas y una pagoda redondeada. Conservaba la puerta de bronce, pero ésta estaba descolgada de sus bisagras. Cuando la empujó una lluvia de polvo cayó tras ella, emitiendo un chirrido agudo y desagradable. Encontró al final en la zona central donde había un trono de cojines deshilachados y con casi todo el relleno desperdigado a su alrededor. Más allá del trono la puerta que llevaría a los jardines cuya alberca estaba completamente seca y las plantas completamente cubiertas de malas hierbas.

El templo estaba abandonado sí, pero tenía la sensación Talaris que no desde hace siglos. Tal vez quince o veinte años como mucho. Los que lo abandonaron habían comenzado a restaurarlo pues veía algunas capas de pintura más reciente sobre otras más antiguas, pero debieron abandonar el proyecto.

Unas escaleras subían a estancias superiores. Supuso que allí estaría la zona de descanso del maestro y la antorcha sagrada. Seguro que en la antorcha se guardaría el sello del tigre. Subió las escaleras y comprobó que tenía razón. No tardó en ver las estancias del maestro repletas de muebles empolvados y estropeados. La cama no tenía colchón alguno y la estantería tenía los libros quemados. Subió a la planta superior y encontró la antorcha apagada. Justo enfrente de la misma un vistoso mueble con las puertas rotas y una caja de madera cuya tapa había sido arrancada. Cuando cogió la tapa vio el mismo símbolo que la caja donde su maestro guardaba la joya que ella portaba. Le sorprendió una fuerte ráfaga de aire, que entrando por la parte superior del templo encendió el hachón de la antorcha iluminando a Chang Lin, quien estaba al otro extremo de la estancia.

—Tú…sabía que algo ocultabas.

—Verdaderamente Talaris, eres discípula de tu maestro, enseguida has detectado el mal que había en mí y me has declarado la guerra. Estaba muy tranquilo con aquellos aldeanos que depositaban su fe en mí. La ignorancia a veces es tan indefensa que inspira hasta ternura.

—¿Quién eres?

—Permíteme que me presente.

Chang Lin se llevó la mano a su cara y ésta se hizo niebla que lo envolvió. Cuando se dispersó dos sombras aparecieron a cada lado y Chang Lin dejó de ser un anciano. Era un hombre cerca de la trentena de cabello rapado al tres y ojos pardos.

—Me llamo Yu Hei de Hu Lang[1], puedes llamarme chacal, si lo prefieres. Ya me he enterado de cómo una discípula del gran anciano de Nan Hengshan había derrotado a mis cuatro subordinados en un hostal. Te advierto que ellos tienen un poder muy minúsculo comparado con el mío. Eran solamente novatos. Yo no…, entre mis habilidades está la de poder ocultar y cambiar mi aspecto. ¿Adivinarás las demás que tengo?

Las dos sombras de los lados de Yu Hei empezaron a tomar la forma de dos hermosas mujeres.

—Te presento a mis hermosas creaciones, las diosas consortes Ehuang y Nüiying.

—Manipulas las nubes y la niebla a tu antojo para utilizarlas como tus verdugos.

—Exacto este tipo de poder lo llamamos Jixio Shou[2]

—¿Eso es alguna clase de taonia? Pero ellos se supone que no hacen daño a la gente.

—¡Aja! ¿Acaso no sabes nada de nosotros? ¡Vaya! eso es decepcionante siendo tú un discípulo de Dohko. Déjame que te adoctrine un poco. Hay muchos tipos de taonia, algunos siguen la senda de la rectitud, la luz, el bien… pero para ser sabio hay que conocer los dos lados de la verdad. Cada uno de nosotros tenemos un poder especial, Los Jixio Shou somos manipuladores de espíritus. ¿No te parece interesante?

—¡Qué lástima no haberme traído un bloc para apuntarlo! Gracias por la información—. dijo Talaris con sarcasmo.

—¡Ya hemos hablado suficiente! Ahora si no quieres que estas hermosas mujeres te apaleen como al niño de la aldea, entrégame el sello del dragón de jade.

—¡Qué lástima! Hasta te iba a preparar un té para que siguiéramos charlando.

—¡¿Qué eres?! ¡un payaso! ¡A por ella mis preciosas náyades[3]!

Las dos mujeres se abalanzaron sobre Talaris con largos y gruesos bambúes para golpearla sin piedad. Su belleza se convirtió en una belleza endemoniada de ojos rojos, piel pálida y cabellos negros como el azabache. Se ayudaban de sus manos de largas uñas para desgarrarle la carne.

Talaris esquivó varios golpes, pero muchos otros la hirieron. Cuando consiguió golpear a las mujeres se dio cuenta que eran perfectamente sólidas y reales, tal como le había dicho Mu, pese a que las hirió, éstas no cesaban en su empeño de matarla, llevadas por un sentimiento de odio incontenible.

—¡Señorita Talaris! Nosotros le ayudaremos.

Entre los miembros inferiores de las diosas, Talaris vio a Tian y Weng.

—¡Idiotas! qué hacéis aquí. Os dije que os quedarais en un sitio a salvo.

Los aldeanos luchaban con valor contra las mujeres, pero éstas se deshacían de ellos con una facilidad frustrante.

—Volved a la fuente. No podéis hacer nada contra ellas.

—Lucharemos a su lado. Por nuestra gente, por nuestra tierra… por Mu.

—Queremos ser útiles. No podemos perder lo único que tenemos.

Talaris estaba impresionada por la tenacidad de los dos hombres. Estaban siendo muy mal heridos y aun así seguían luchando. Cuando escuchó lo que dijo Weng sobre perder lo único que les quedaba, le vino a la mente una de las enseñanzas de Dohko.

“El que ha perdido un ojo conoce el valor del que le queda”

Por eso aquellos dos hombres luchaban a su lado. Si cabía la posibilidad de conservar lo poco que les quedaba por perder, lucharían por conservarlo. Talaris se interpuso entre las mujeres y los dos aldeanos.

—De acuerdo…, si queréis ayudarme id a por el taish y yo me encargaré de las diosas. Parece que mientras esté manipulando a estas dos mujeres es débil, pues todo su poder lo pone en ellas. Él era Chang Lin, os había engañado todo este tiempo.

Los campesinos se quedaron desconcertados con la información, pero la batalla no les daba tiempo a asimilarlo. Se levantaron de su lugar y corrieron con sus maltrechas hachas a atacar al taish. Le clavaron las hachas, jubilosos.

—No os fieis ni un pelo—. les dijo Talaris.

Pero antes de los campesinos pudieran reaccionar, el cuerpo del taish se hizo niebla y voló devolviendo el hacha a sus dueños. Tian se interpuso en el trayecto y ambas hachas se clavaron en su cuerpo. Weng emitió un quejumbroso alarido cuando vio caer a su amigo ensangrentado. Las carcajadas del taish se reflejaron en las dos mujeres como si ellas fueran la prolongación de su maldad y cinismo.

—Cómo sois tan necios. Dos aldeanos de pacotilla contra un taish. No sois más que basura, solo servís para arar el campo y someteros a vuestros amos. Sé dónde os llevaré por vuestra insolencia.

— Yu Hey de chacal…— Mencionó Talaris conteniendo una cólera desmesurada.

Cuando el taish se giró a ella, volvió a ver el aura esmeralda que brotaba del pecho, pero era un aura mucho más grande y fiera que la anterior, aunque el sello del dragón de jade tuviera la facultad de proteger y obedecer a su portador, había algo más detrás de eso, era una energía vital…, un cosmos que solo había visto a los grandes guerreros sagrados de los cinco picos, a los maestros de los mismos. Cuando miró los ojos de la discípula éstos brillaban con un destello carmesí. Se quedó absolutamente paralizado de terror.

—Cómo te atreves a manipular los espíritus en descanso, dar vida a una leyenda para someter a estas buenas gentes trabajadoras, ¡a menospreciar tanto las vidas humanas! —La expresión de Talaris era completamente colérica y su energía hacía a las dos consortes alejarse de tan inmenso poder, cubiertas en llamas esmeraldas. Sus gritos ponían los vellos de punta—. No voy a consentir más que siembres el mal en esta tierra sagrada. ¡Siente toda la ira de Shen Long sobre ti!






¡ROZAN…SHOR…YU…HA![4]





Un dragón verde y fiero apareció tras Talaris dirigiéndose directo, firme y sin compasión contra el pecho del taish, reventándole el corazón y los pulmones. El villano fue lanzado por los aires, estrelló su espalda contra una de las columnas del templo y finalmente cayó al suelo. Las mujeres desaparecieron al caer su manipulador. Al retraer el cosmos de Talaris ésta cayó de rodillas al suelo recuperando el aliento, efectivamente el uso de esta técnica especial la superaba. De sus sienes caían goterones de sudor y su ropa estaba toda empapada. Estaba agotada y no la usaba a no ser que fuera estrictamente necesario. No obstante, las secuelas que le habían quedado esa vez no eran tan graves como en otras ocasiones, se sentía menos débil.

— ¡Ha sido in...creíble! —dijo una débil voz. Era Tian, agonizando—Lo has visto ¿verdad Weng? Ese es el auténtico poder de un guerrero de Hengshan…

— No hables, amigo…

— Ta...la...ris…— la discípula se levantó arrastrando sus pasos hasta Tian y le cogió la mano. —gracias por dejarnos ayudarte. Yo…yo siempre quise seguir los pasos de un gran guerrero…

Tian[5] murió en ese preciso instante. Weng le abrazó desconsolado y su llanto le desgarró

—Descansa en paz, Tian. Has sido muy valiente…—dijo Talaris poniendo la mano del aldeano sobre el pecho y cerrándole los párpados.

El murmullo de la columna golpeada por el cuerpo del taish partiéndose, alarmó a Talaris. El techo que había sobre sus cabezas se rasgó y comenzó a derrumbarse.

—Vámonos de aquí si no queremos que esta sea nuestra tumba, Weng.

—No puedo dejarle aquí… merece que lo entierren dignamente.

—No hay tiempo Weng. ¡larguémonos de aquí!

El campesino miró hacia arriba y tomo el cuerpo de Tian sobre sus hombros corriendo lo más deprisa que el peso del cadáver de su amigo le permitía tras Talaris. El templo parecía derrumbarse más rápido de lo que ambos corrían y de pronto la construcción separó a Talaris y a Weng por varias vigas y escombros.

—¡No Weng!

—Siga usted, señorita Talaris, sálvese. Su vida es más importante que la nuestra.

—¡No! ¡Maldita sea!

Con impotencia absoluta el techo y el resto de la construcción cayó sobre el aldeano. Talaris quería volver, pero la escalera se partía por el peso de las ruinas derrumbadas y corrió escaleras abajo hasta más allá de los tigres de entrada, mientras una nube de polvo sustituía la niebla.



Talaris estaba muy triste, apenas conocía a aquellos aldeanos, pero habían sido muy valientes y la muerte no era buen sabor para nadie. Había cogido todas las pertenencias que los dos aldeanos habían dejado en el campamento para dárselo a sus familiares. Era lo único que podía hacer ya que no iba a poder recuperar sus cuerpos pues el derrumbamiento había provocado una falla ancha y espeluznante en la ladera de la montaña como un terremoto. Cuando llegó al refugio todo estaba desierto, solo vio a un niño que corría a por ella. Era Mu, Talaris lo miraba anonadada acercarse a ella y abrazarla con energía. ¿Cómo podía moverse con tanta facilidad?

—¡Ha vuelto, señorita Talaris!

—Mu. Deberías estar en reposo.

—No hace falta… ya no me duele ¿ves?

Talaris comprobó que el niño podía mover perfectamente su brazo derecho, como si no tuviera lesión alguna en las costillas y los huesos.

—Pero ¿cómo…? si no podías moverte antes.

—Fueron las dos mujeres bonitas. Las que vi en el río anoche

—¿Cómo dices?

—Llegaron con Weng y el cuerpo de Tian…—Una lagrimilla resbaló por la mejilla de Mu. —Están preparando su entierro en Hua Chen. Le vamos a enterrar en el cementerio de la aldea junto a los demás aldeanos que han vivido allí por tanto tiempo. Yo me he quedado aquí a esperarte.

—Mu ¿Dónde han ido las mujeres?

—Cuando me curaron a mí y a Weng, volvieron al río. Nos dijeron que las almas que nos asustaban ya estaban descansando en paz. ¿Vas a venir al entierro? A Tian le gustaría mucho, estoy seguro de que nadie mejor que tú podrá despedirle. Él no tenía familia.

—Claro que iré. Vamos hacia la aldea. Seguro que están preocupados por ti.

Cuando llegaron a Hua Chen, la aldea parecía como nueva. Las calles habían sido limpiadas, las casas estaban relucientes y la luz de la tarde parecía más brillante que nunca. Dentro de la tristeza general que se respiraba las personas saludaron y agradecieron a Talaris todo lo que había hecho por ellos. Cuando le indicaron donde estaba Weng, le dijeron que él es el que estaba amortajando a Tian. La discípula quería comprobar con sus propios ojos que estaba bien, pero si estaba amortajando a su amigo no era el momento más apropiado, así que se dirigió al río después de preguntar cuando empezarían las exequias, tenía un par de horas antes de ellas y podría hablar con las consortes para averiguar algo más de los taisheng.

A la media hora aproximadamente encontró el río y se sentó a meditar a su orilla para intentar que las diosas se comunicaran con ella, pero no hizo falta porque enseguida que se sentó aparecieron. Eran las mismas con las que había combatido pero su expresión era más pacífica y el aura que expelían era cálida y agradable.

—Siento mucho que hayáis sido manipuladas de este modo.

—No debes disculparte, es más, nosotras debemos agradecerte que nos liberaras de las garras de la oscuridad. — dijo Nüiying

— Vienes a que te demos información—dijo Ehuang.

—Sí, por favor, no sé nada de los enemigos a los que me enfrento. ¿Son todos así de poderosos? Capaces de manipular almas, espíritus y dioses… ¿de dónde sacan semejantes dotes?

—La respuesta es fácil. Tras los taish está el aprendiz de Long Kiao, el único que ha conseguido los poderes oscuros del dragón de ónice. Poderes tan terribles que son capaces de revolver las almas de su descanso, inundar la tierra de catástrofes e incluso atraer la oscuridad.

—Long Kiao es la criatura más despiadada que existe. Lo único que quiere es destruir para sembrar un mundo de tinieblas y mal. Esclavizar a los humanos y retener y dominar a los dioses que protegemos este mundo—. dijo Ehuang

—Long Kiao fue el culpable de que Shun se suicidara. Llenó su mente de desesperanza y tristeza. Ni siquiera nosotras fuimos capaces de darle alegría y mermar su sufrimiento. Él era un hombre sabio y bueno, destinado a hacer muchas cosas en beneficio de la humanidad, pero Long Kiao le pudo—. dijo Nüiying

—Cuando el taish vino a nosotras no pudimos enfrentarnos a él tenía el sello del tigre en su poder y contra ese sello no podemos hace nada, por eso consiguió manipularnos tan fácilmente.

—Talaris, es como el sello del dragón de Jade que portas. Contra esas reliquias no podemos combatir por eso deben estar protegidas por buenas personas como tú y los sabios ancianos de los cinco picos.

—Comprendo… ahora sé la tarea tan importante que me asignó mi maestro. Por otro lado, ¿Quién es Long Kiao?

—Long Kiao es el dragón de ónice uno de los ocho hermanos dragones que tiempo atrás protegían a las gentes de estas tierras. Su ambición desmedida y su sed de sangre no pudieron ser detenidas por sus otros siete hermanos, de hecho, dos de ellos murieron en el intento. Es la deidad del mal que adoran los taisheng y de la que obtienen este poder tan siniestro.

—Tú eres la única, como su aprendiz de Dohko, y guardiand del dragón de jade, capaz de expulsar a los taisheng de estas tierras. El sello del dragón te protegerá mientras tus intenciones sean honestas y pacíficas. Así que continúa tu viaje, pero antes tenemos que darte algo.

—¿Darme algo?

Le entregó un pergamino sellado y enrollado.

—Es el mapa de los cinco picos. Con él encontrarás el camino al templo de Nan Hengshan y los demás.

—Talaris este es un obsequio de dioses para sus adalides, las rutas a los cinco templos sagrados son secretas y solo los taonia y sus maestros pueden conocer sus paraderos. El sello del dragón que portas te ayudará a derribar las barreras que los ocultan de la visión de los mortales.

—Muchas gracias. Me será muy útil…Gracias también por haber rescatado a Weng del templo.

—Debíamos reparar lo que habíamos hecho. Lamentamos no haber llegado a tiempo para salvar al muchacho que pereció por el taish.

—Deberías irte. Te esperan para el entierro.

Talaris se levantó de su sitio y les hizo una respetuosa reverencia a las diosas antes de partir hacia la aldea, repasando toda la información que le acababa de dar las diosas. Estaba muy sorprendida de que éstas de verdad existieran. No obstante, todo lo que rodeaba su misión parecía estar cubierto por el velo de lo sobrenatural.




[1] Significa Nubes negras de Chacal


[2] Significa Manipulador


[3] En la mitología las náyades eran ninfas o diosas de los ríos y lagos.


[4] Cólera del dragón


[5] Para los curiosos Tian significa “cielo” ¿a qué lugar sino podía ir este buen hombre con aspiraciones de guerrero?


Tatuaje de Shiryu. Shen Long Ryu Rozan

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